Desde el 23 de octubre de 1904 preside la Plaza de España -antes de
la Constitución- de Zaragoza, corazón de la misma, el monumento a los Mártires de la Religión y de la Patria
(1). Denominado así el monumento, tanto él como el lugar imponen un poco. Pero no hay que dejarse asustar por la espléndida
retórica decimonónica de esta obra del arquitecto Ricardo Magdalena Tabuenca y del escultor Agustín Querol y
Subirats. Lo único que pretende es enlazar el acto de homenaje a los caídos en la defensa de la patria, en especial a los caídos
en la Guerra de la Independencia, con el recuerdo al anterior monumento, de entidad bien distinta, que en este mismo sitio existía:
la Cruz del Coso, el humilladero que recordaba el lugar donde habían sufrido su cruel destino los Innumerables Mártires de la ciudad
de Zaragoza y que, precisamente, fue destruido durante el asedio a la ciudad por parte del ejército napoleónico, después
de haber permanecido en esta ubicación emblemática durante siglos.
A lo largo de todo este tiempo el humilladero sufrió diversas
vicisitudes. Se derribó y fue vuelto a construir algunas veces. Y entre derribo y edificación nueva, se realizaron sucesivas
reparaciones. En todo este vaivén a lo largo del tiempo, la formulación arquitectónica que mejor interpretó
el sentido del monumento y que perduró, con variantes, en las edificaciones posteriores fue la adoptada por Gil Morlanes hijo para
la construcción llevada a cabo en el siglo XVI.
Los Innumerables Mártires
Aunque no sabemos desde cuando, sí conocemos que existía en época
medieval un humilladero que conmemoraba el lugar donde había sido perpetrado el engaño tramposo y el sacrificio de numerosos
cristianos de Zaragoza ordenado por un oscuro personaje romano, llamado Daciano. La situación del lugar concede una cierta
verosimilitud al episodio en sí -independientemente de los términos legendarios en que se transmite,- puesto que su ubicación
extramuros de la ciudad, frente a la puerta Cineja, la puerta meridional, coincide con los escenarios en que se ajusticiaba a los
condenados.
Los hechos debieron ocurrir hacia mediados del siglo IV. La tradición
asegura que, martirizados Santa Engracia y sus compañeros, se les dijo a los cristianos de la ciudad que se respetaría sus
vidas, si salían de la misma. Pero muchos de estos cristianos, embaucados, fueron sorprendidos a las afueras de las murallas y
pasados a cuchillo. Después, para que sus cuerpos no se convirtieran en objeto de culto, se los incineró junto a los de
malhechores ejecutados, para que se mezclaran las cenizas. Los cristianos sobrevivientes recogieron a escondidas y devotamente las
cenizas. Después ocurrió, dice la tradición, el hecho milagroso de que se separaran las ennegrecidas cenizas de los
delincuentes de las blanquecinas de los cristianos. Así se originó el culto a las Santas Masas, que todavía hoy se
custodian en la iglesia de Santa Engracia.
El humilladero de época medieval
Ignoramos desde qué momento aparece un monumento conmemorativo en el
lugar del sacrificio de los Innumerables Mártires. Quizás, como mínimo, habría que pensar en una fecha próxima
a 1319, que es cuando el culto a los mártires de la ciudad experimenta un auge, tras la "invención" de sus
reliquias (2)
Tampoco sabemos cuál era el aspecto del humilladero existente cuando se
le encomienda a Gil Morlanes hijo la construcción de un nuevo templete. Tenemos noticias de que se encontraba muy deteriorado,
porque un capítulo del concejo de la ciudad, celebrado el 21 de junio de 1532, manda repararlo. Las obras, si las hubo, no debieron
ser muy concienzudas, porque dos años más tarde el concejo se plantea ya una nueva edificación: "que ya sabían
a quanta verguença estaba la cruz del Coso, que todo se caya y asi por la memoria que significa de los sanctos martires de Sancta
Engracia como por estar en un lugar tan principal que esta es razon se adobase y se hiziese de nuebo como conviene a la honrra y policia de
la ciudat" (3)
De este humilladero anterior sólo se conservó la cruz que,
según se le especificó a Gil Morlanes, debería ser ubicada en el nuevo templete.
(*) Este texto se basa preferentemente en: GOMEZ URDAÑEZ, C. "Sobre
la recepción del clasicismo en la Zaragoza del siglo XVI. El templete circular de la Cruz del Coso". Actas del V Coloquio de
Arte Argonés, pp. 459-478; IBAÑEZ FERNANDEZ, J. "La Cruz del Coso de Zaragoza, memoria artística de un monumento
desaparecido". Boletín del Museo e Instituto "Camón Aznar", LXXX-2000, pp. 141-187. El dibujo que reproduce el
monumento de la Cruz del Coso es de Angel Hernansanz Merlo ©
(1) RINCÓN GARCÍA, W. Un siglo de escultura en Zaragoza,
1808-1908. Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja, 1984.
(2) IBAÑEZ FERNÁNDEZ, J. y CRIADO MAINAR, J. "Las
reliquias en la historia del Monasterio de Santa Engracia de Zaragoza", La Orden de San Jerónimo y sus monasterios. Espiritualidad,
historia, arte, economía y cultura de una orden religiosa ibérica.
Madrid, Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas, 1999, tomo II, p. 1100.
(3) GOMEZ URDAÑEZ, C. "Sobre la recepción del
clasicismo en la Zaragoza del siglo XVI. El templete circular de la Cruz del Coso". Actas del V Coloquio de Arte Argonés, pp.
459-478, Zaragoza, 1989. p. 462
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