En 1945 Carles pidió permiso a Alfonso para acompañar a Resu los domingos a misa y dos años más tarde se casaron. Carles mudó sus pertenencias a la casa del suegro y siguieron discutiendo de libros hasta que en 1949 la Guardia Civil fue a buscarlo una noche. Un vecino, obligado por sus deudas con uno de los grandes, tuvo que delatar a alguno de los rojos del pueblo y nombró a Carles. Resu había tenido a Serafín hacía seis meses. Se acercó al cuartelillo por la mañana temprano con el niño en brazos, le explicaron que había sido enviado a la Cárcel Modelo de Valencia y que al día siguiente le indicarían el tiempo que permanecería preso, fueron dos años y tres meses porque el vecino se retractó de la denuncia y desapareció del pueblo. Serafín tenía un año y era un niño tan alegre como su padre, cuidado por su madre y sus abuelos. Sus suegros traían la cesta pero la falta del trabajo de Carles había mermado sus ingresos y no podían entregarle ni una peseta. Había intentado buscar algún trabajo pero con la etiqueta de rojo de su marido era imposible encontrar algo. Vivían con el sueldo de Alfonso que apenas llegaba para comer. Serafín una mañana despertó con mucha fiebre, el pequeño tenía dificultades para respirar y el médico diagnosticó una pulmonía que sólo podía curarse con el nuevo y milagroso medicamento: la penicilina. Resu corrió a comprarla a la botica y le indicaron que el tratamiento costaba 30 pesetas y debía pagarlo en efectivo cuando se lo entregaran. En su monedero sólo tenía las siete pesetas ahorradas durante mucho tiempo, sus padres no podrían darle más que cinco y sus suegros dos o tres. Visitó a sus tíos y primos y logró juntar otras tres pesetas. No tenía suficiente. Su padre le entregó la escritura del arrozal para que lo hipotecara por la suma que faltaba. Sabía que los ricos aceptaban las escrituras haciendo una hipoteca por la cantidad necesitada a devolver en un año o año medio. Y fue ofreciéndola a gritos por la calle, como había visto hacerlo a otras mujeres pero nadie salió a la calle, no se abrió ninguna puerta. Serafín murió a la semana siguiente. Lo enterraron en el viejo cementerio y Resu decidió irse de ese pueblo y no volver jamás. Viajó a Valencia y trabajó de interna hasta que Carles salió de la cárcel. Fueron a vivir a Madrid y con grandes dificultades emprendieron otra vida. Resu y Carles nunca volvieron. Cuando Marisol contó a su madre que debía dar una conferencia en Gandía, ésta le hizo prometer que dejaría un ramo de flores a la entrada del cementerio recordando a su querido Serafín. Resu nunca le había hablado a su hija del pequeño Serafín. Marisol no sabía que tuvo un hermano, que aquel ramo de flores era para él. |
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Versión 13.0- Enero 2007
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