Antonio Lobo Antunes, el novelista portugués, decía hace unas semanas en una entrevista, refiriéndose a los locos: Sólo hay dos maneras de vivir con lo marginal, con los que no se someten: o engullirlos transformándolos en artistas y filósofos o vomitarlos en manicomios o asilos. Recordé una frase de Pessoa; "Una de mis complicaciones mentales es el miedo a la locura, el cual, en sí, ya es locura". Cuando decía eso aún no había cumplido los veinte. Y yo, bien, no puedo dejar de pensar que él nunca fue feliz. Que le debió ser insoportable su propia genialidad, que se debía sentir terriblemente solo en este mundo que apenas conseguía entender. Hay quien lo definiría como un psicópata que sufría, que se iba defendiendo, como podía, inventando realidades, refugiándose, a la fuerza, en un destierro íntimo. Yo no puedo dejar de pensar que el sistema engulló al poeta cuando fue tarde. Pessoa murió el 30 de noviembre 1935 porque su cuerpo era incapaz de soportar una sola dosis más de alcohol. Seguramente buscó en ese tóxico la compensación a todas sus frustraciones, sus locuras, en definitiva, al tedio que sentía ante su propia existencia. Dicen que cuando los amigos del poeta se lamentaban del desconocimiento de su obra, él siempre respondía: << déjenlo estar, que cuando yo muera, quedarán aquí cajones llenos>>. Y así sería, porque en vida, Fernando Pessoa sólo conseguiría ver publicado Mensagem. Los editores de la revista Presença, grandes admiradores del poeta serían los encargados de ordenar y dar forma de libro a gran parte de los poemas manuscritos, notas, cartas y recortes de periódico que se encontraban en una gran arca, el único mueble que acompañó al poeta de domicilio en domicilio. Tuvo Pessoa contados amigos (consideraba imposible las amistades íntimas), pero hay una frase suya que le delata un alma hermosa. Con ella quiero acabar, porque me doy cuenta que la única manera de amar a Fernando Pessoa es leyendo su obra, y que por mucho que yo me esfuerce en explicar por qué decidió hacer de su vida un juego y por qué inventó a tantos personajes, a tantos escritores que en realidad eran fragmentos de sí mismo, sé que no voy a hacerme entender. Mis limitaciones son muchas, infinitas "Tengo pensamientos que, si yo pudiese traerles a la luz y darles vida, añadirían nueva ligereza a las estrellas, nueva belleza al mundo y mayor amor al corazón de los hombres" |
© 2006 Silvia Martínez Rovira |
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