Naimisa |
Por Silvia Martínez Rovira (© 2006) |
Huele a verano como el día que llegó. Abril se dilataba por las montañas. Se dilataba en mi pecho. Un campo de flores a punto de explotar en la oscuridad. Ese era mi pecho. Silencio, hambre. Silencio y el gesto impreciso del que ha dejado de buscar, de anhelar. Silencio. Vacío o plenitud. Era incapaz de diferenciarlo. Llamaron a la puerta, toc, toc, llamaron a la puerta, con insistencia, toc, toc, tomé aire (como lo hago ahora al recordar), aire, mis pies avanzaron desnudos sobre la madera, mis pies en pos de ese, toc, toc, de nudillos desnudos, abrí, abrí, abrí, huele a verano pensé busco un maestro, miré en el fondo de sus ojos, la tarde caía en ellos provocando un incendio busco maestro, un maestro, muchos me han hablado, Dejo caer el rostro, miro al suelo, noté mis pies más desnudos, me aprisionaron sus palabras. Su mirada clavada sobre el polvo del suelo, un maestro, busco un maestro, esa frase entre nosotros, salvando la distancia, como un puente que debía construir. Alcé su barbilla con mi mano derecha. No dudé. Olía a verano y la tarde ardía en sus ojos. Y debajo de eso mismo estaba Él. Ves a recoger leña, te lo ruego. Unió las palmas de sus manos, a la altura del pecho. Inclinó su cabeza. Le devolví el saludo. Los dos sonreímos. Dejó un hatillo en el umbral, y a grandes zancadas se alejó. Por un segundo temí no volverle a ver. Pero traía el verano. Era leña, fuego, himno. Era una semilla depositada en el calor de mis manos. El horizonte. Un cuerpo templado en la soledad y el cansancio, unos ojos como soles, era y no era sólo eso. Déjala en el patio, cerca del altar, murmuré al acercarse con ramas secas. Caminé tras ella. Ropas raídas por el tiempo. ¿Cuál es tu nombre? No tengo. Se lo llevaron mis padres una noche de tormenta. Y hasta ahora, Quizás no lo necesite, quizás , no cabemos en nuestros nombres, No se detuvo, dejó las ramas como si conociese mi hogar, haciéndolo suyo. Seguir leyendo: Naimisa - 2 © 2006 Silvia Martínez Rovira |
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