Las Moradas de Eros. 5

por Rafael Lobarte.

Cronista


Las Moradas de Eros

Primera anacreóntica

Cuando sales del lecho
dirigiéndote al baño
- oh mi díscolo amor,
displicente criatura
que meneas el culo tan hermosa
al andar -, se me agolpa en las sienes 
bruscamente la sangre, 
y ya sólo concibo
enlazar tu cintura
que fustiga implacable 
encendidos deseos,
y girarte hacia mí
por besarte los labios tembloroso,
por perderme en la sima de tu pecho;
y al volcar mi ansia atroz sobre tu vientre
todavía retarte 
a ese póstumo duelo
en que elijas el arma victoriosa
con la que perezcamos
los dos juntos, ofrenda peregrina
en las aras de Eros.

Y ya nada me importa
que quizás me desprecies
- oh desapasionada y cruel criatura
que meneas el culo 
tan hermosa al andar -,
una vez que he gozado de la esquiva
desnudez jubilosa de tu cuerpo.

© 2006 Rafael Lobarte

Amorcillos


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