Las Moradas de Eros Primera anacreónticaCuando sales del lecho dirigiéndote al baño - oh mi díscolo amor, displicente criatura que meneas el culo tan hermosa al andar -, se me agolpa en las sienes bruscamente la sangre, y ya sólo concibo enlazar tu cintura que fustiga implacable encendidos deseos, y girarte hacia mí por besarte los labios tembloroso, por perderme en la sima de tu pecho; y al volcar mi ansia atroz sobre tu vientre todavía retarte a ese póstumo duelo en que elijas el arma victoriosa con la que perezcamos los dos juntos, ofrenda peregrina en las aras de Eros. Y ya nada me importa que quizás me desprecies - oh desapasionada y cruel criatura que meneas el culo tan hermosa al andar -, una vez que he gozado de la esquiva desnudez jubilosa de tu cuerpo. © 2006 Rafael Lobarte |
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