India 15. Tah Majal.
Viajes descubrimientos. Fotografías.

Cronista


India Taj Majal India burbuja

Por María Fustero

     Acostumbramos a salir de viaje embutidos en una burbuja invisible que nos aísla del entorno, una pecera desde la que ver lo que nos rodea en un aséptico aislamiento. Todo es hermoso siempre que no se acerque demasiado, que no nos perturbe, que no penetre en ella. A pesar de todo, la India se cuela por los poros. Nada es lo bastante hermético….. afortunadamente.

     Y por esas ranuras descubres un tiempo diferente, otro tiempo donde todo transcurre más despacio; un tiempo para paladear, no para engullir. Esto hace que viajemos desacompasados. Al llevar nuestra propia medida del tiempo con nosotros, nos convertimos en dos universos paralelos que no llegan a encontrarse. Pasamos por los lugares tan rápido que apenas entrevemos un rostro, una sonrisa, unas manos que se levantan para saludar. Y cuando devolvemos el saludo, ya no estamos allí. Nos ven y no nos ven. No somos más que una imagen que se desvanece.

     Las calles, llenas de bullicio, por las que querríamos pasear, desaparecen ante nuestros ojos en unos segundos: hombres grises sentados en las aceras, en las puertas de los pequeños negocios y talleres, como en expositores cara al público; mujeres y niñas que revolotean como flores de pétalos multicolores, y parecen brisas que mezclan rojos, amarillos, azules, verdes, morados…. hasta formar combinaciones difíciles de imaginar, arcoiris móviles que brillan bajo el sol, haciendo casi invisible la basura que nos rodea.

     Y no hay nada lo suficientemente estanco para dejar fuera los olores de la India. Olores que a veces son tan nauseabundos que casi te cortan la respiración: los desagües que corren por la superficie, las boñigas tiernas de las vacas dispuestas a agarrarse a nuestras sandalias al menor descuido, los excrementos de murciélagos y ratas, los retretes inmundos… Y olores que otras veces son tan agradables que estaríamos allí respirando a un ritmo más rápido para llenarnos de ellos, como el incienso de los templos, las especias…. y, sobre todo lo demás, las rosas. Rosas pequeñas y rojas, modestas, que aquí pasarían desapercibidas o serían despreciadas, pero que exhalan un perfume intenso, casi artificial: como abrir un frasquito de esencia. Discretas rosas perfumadas que contrastan con nuestras exquisitas y bellas flores insípidas. Aromas naturales desconocidos para nosotros.

     La India es un estanque en el que hay que zambullirse a pesar de todo, un festín cuyos manjares hay que probar. No podemos quedarnos al margen. No sólo hay que mirar las cosas, sino adentrarse en ellas; intentar comprender después de haber conocido; rasgar la burbuja para poder disfrutar plenamente.

     La India, un país maravilloso. Y yo estuve allí…. y no estuve.


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