Sijena 5

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Monasterio de Sijena (Huesca)

     Sin embargo, el monasterio de Santa María de Sijena no perderá su atractivo completamente entre la nobleza aragonesa, que le seguirá nutriendo de dueñas durante los siglos posteriores, aunque el cenobio ya no es centro vital de interés para nadie, a excepción de la castellanía de Amposta y del obispado de Lérida que se disputarán continuamente su influencia en el territorio dominado por él. Tras una breve etapa de nueva fiebre constructiva, vivida a finales del siglo XVIII, la decadencia definitiva del monasterio llega después de la Guerra de la Independencia. La nobleza desaparece del claustro y las Cortes de Cádiz de 1812 abolen los señoríos jurisdiccionales. Sijena conserva sus tierras, pero sólo hasta la Desamortización en 1834. Cuando las monjas, en su mayoría ya de clase popular, regresan al convento tras anularse la desamortización deberán vivir de la huerta y de limosnas y otras dádivas, lejos de los antiguos fastos, dedicadas predominantemente a la oración.

     Pero no duró mucho ese ámbito de paz y sosiego, porque la Guerra Civil de 1936 lo sometió a su crueldad general y el monasterio ardió y fue profanado y sumido en la ruina. Algunas religiosas de la orden de San Juan se empeñaron en continuar habitando el recinto, hasta que, imposible tarea, marcharon de allí. Con el paso de los años y empeñadas, por fin, las instituciones en restaurar el cenobio, por lo menos sus estancias principales, una nueva orden religiosa, la de las hermanas de Belén, habita los muros del histórico lugar.

     Estas actuales habitantes de Sijena se instalaron en donde antaño se ubicaba la hospedería del convento, dentro de un conjunto de edificios que con el paso de los siglos fueron levantándose en torno al claustro y dependencias centrales y primigenias del cenobio, -sala capitular, noviciado, locutorio, dormitorios, refectorio, iglesia-, que guardaban y siguen conservando un gran valor artístico e histórico, a pesar de su lamentable estado de conservación, apenas paliado en parte, como hemos dicho, puesto que se han restaurado las pinturas murales de la Sala Capitular (siglo XIII), la iglesia, el refectorio y parte del claustro. El conjunto pictórico de la Sala Capitular, en estilo románico, ha sido considerado como el más original de su época para el occidente europeo. Contiene escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Abierta a esta sala capitular se hallaba un capilla en cuyas ruinas se conservó durante muchos años, y también medio en ruinas, un fantástico Santo Sepulcro, esculpido en figuras de bulto redondo, obra sin duda del escultor renacentista Gabriel Joly, que trabajó algunos años en Sijena. Igualmente alcanzaba elevadas cotas artísticas el repertorio de arte mueble que ornaba la iglesia, tanto su retablo mayor barroco, la sillería gótica del coro, la magnífica silla priorial mandada hacer por Blanca de Anjou, o las tumbas del panteón real (que acogían los restos de la reina fundadora doña Sancha y de su hijo Pedro II), y los retablos renacentistas del nombrado Gabriel Joli, cuyos restos se conservan en el museo diocesano de Lérida y forman parte del patrimonio reclamado por Aragón a dicha diócesis. Aunque, sin duda, la estampa más reconocida del monasterio de Sijena es la de la portada de la iglesia, abocinada, con catorce arquivoltas y columnas lisas, siempre evocadora y delatora de cuanta historia la haya atravesado.

     El monasterio de Sijena ha sido en cierta forma espejo del devenir del reino aragonés. Es de desear que su restauración prospere y que su memoria siga formando parte de la historia y la memoria de una sociedad que no puede ignorar uno de los hitos más importantes de su patrimonio histórico y artístico.

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