En 1532, Miguel Servet se refugia en París, tras pasar brevemente por Lyon. Durante ese año la Inquisición española y la francesa parecen ponerse de acuerdo para perseguirle. Desde Alemania, el mismo nuncio apostólico, Jerónimo Aleandre, decide escribir a España para que "De Trinitatis Erroribus" sea proclamado por la Inquisición y quemado, y también sea dada a la hoguera la efigie del "hereje". Al tiempo, en España es denunciado directamente a la Inquisición por el comendador mayor don García de Padilla y por el señor de Ayerbe, Hugo de Urriés, consejeros de la Inquisición y de la Corona. El 24 de mayo de 1532 se envían instrucciones a Zaragoza para que la Inquisición indague en la obra de Servet. Sus libros, junto a los de Lutero y Ecolampadio, se retiran de las tiendas de la ciudad y son prohibidos. Sendas requisitorias expuestas en La Seo cesaraugustana y en Sijena conminan a Servet a comparecer ante el Tribunal, mientras se envía -infructuosamente- a su hermano clérigo, Juan, a buscarle. La máquina parece haberse puesto en marcha para no dejar en paz a Servet, porque poco después, el 17 de junio, la Inquisición de Toulouse publica un edicto que promueve su captura, en relación con las actividades mantenidas durante su estancia en esa ciudad como estudiante: Servet encabeza la lista de cuarenta individuos que son emplazados a presentarse al Tribunal eclesiástico. Instalado en París durante casi dos años, estudia en el colegio Calvi y cambia su nombre por el de Miguel de Villanueva, diciéndose natural de Tudela. Se sabe ya en peligro, y por eso oculta su identidad y decide no presentarse al final a un encuentro público con Calvino, que había sido apalabrado de mutuo acuerdo, para dilucidar sobre una agria polémica de índole teológica que entre ambos parece que había surgido -y que se mantendrá viva mientras dure la vida de Servet, es decir, durante los veinte años siguientes, durante los que no se vieron, pero sin duda se vigilaron. Aquel primer choque en París tuvo que ser brutal. Porque si no, cómo se explica una antipatía mutua de tal potencia, tanto en lo intelectual como en lo personal, y que sólo se resolvió con la muerte de uno de ellos, la segunda vez que se encontraron al cabo de veinte años. No era buen momento para airear simpatías reformadoras en París. Tanto Calvino como Servet, a pesar de no llegar a medirse, tuvieron que salir rápidamente de la ciudad. Servet marchó de nuevo a Lyon, que entonces era discretamente acogedora para los reformadores y contaba con un nutrido grupo de escritores, humanistas e impresores, entre los que no debió tener problemas el aragonés. Los hermanos Trechsel le dieron trabajo en su imprenta como corrector de pruebas, pero además le encargaron la edición y publicación de la "Geografía" de Ptolomeo, que apareció en 1535. Fue una obra muy celebrada, porque Servet, basándose en varias ediciones anteriores, corrigió muchos errores de medición, actualizó las denominaciones geográficas, introdujo variados comentarios de cariz etnográfico e incluyó valiosos mapas. Un año después, llevó Servet a la imprenta un opúsculo en contra de Leonardo Fuchs, médico de Heidelberg, y en defensa de su amigo, el también médico, amén de abogado, teólogo y astrónomo, Sinforiano Champier, terciando así en las diatribas entre ambos existentes acerca de algunas cuestiones teológicas y médicas. Se manifiesta pues el interés de Miguel Servet por la medicina, que quizás fue lo que le devolvió a París. París, Hotel de la Ville (Charles Marville, 1860- BNF) En esta ciudad se matricula en la Facultad de Medicina en marzo de 1537 y en ella no se dedica exclusivamente a los estudios tradicionales, - como era de esperar por otra parte -, sino que se adentra, de la mano de su maestro Guenther de Andernach y en compañía de su condiscípulo Vesalio - que llegaría a establecer las bases de la moderna anatomía - en el estudio de esta disciplina, mediante la poco aceptada por entonces técnica de la disección de cadáveres. Sin duda, sus conocimientos en la materia, le ayudaron en su descripción de la circulación menor de la sangre, incluida en su libro último, el que le valió definitivamente la hoguera. Ese mismo año de 1537 publica un curioso "Tratado de los Jarabes", en el que analiza las posiciones de las escuelas helenística y árabe de medicina acerca de las tisanas y sus valores curativos, demostrando poseer también amplios conocimientos en farmacología. El éxito editorial de esta publicación, objeto de sucesivas ediciones, le procuró a Servet un cierto buen pasar, que se redondearía más adelante con su ocupación como médico en Charlieu y Vienne del Delfinado. |