Lugar profundo y horroroso, describe el Padre Huesca a este mágico lugar donde está enclavado el Santuario de San Martín de la Val d'Onsera, antiguo y famoso Monasterio en época medieval.
Hay quien atribuye sus oscuros orígenes al Santo Urbez, quie lo hubiera habitado como anacoreta hacia el año 750 d.C. Lo que sí es seguro es que dependió el Monasterio de la Real Casa de Jesús Nazareno de Monearagón en 1110, y que posteriormente se convirtió en monasterio femenino. El rey de Aragón Pedro IV acudió a San Martín de la Val d'Onsera para pedir un milagro: que su tercera esposa, Doña Leonor, tuviera descendencia, como así fue. Cundió el ejemplo entre los nobles, y se sabe que Don Alonso Felipe de Gurrea y Aragón, conde de Ribagorza, y su tercera mujer, Doña Ana de Sarmiento, cruzaron descalzos la Val d'Onsera en 1524 y pidieron lo propio, que también consiguieron al año siguiente.
Lo que hoy queda del santuario parece surgir de entre la misma roca, que se eleva metros y metros por encima. Una cortina de agua cae desde lo alto. Apenas los rayos del sol alcanzan a penetrar tal angostura entre los peñascos. A este lugar de la Sierra de Guara se accede tras una tortuosa travesía entre poblada vegetación, por un estrecho sendero de tierra que a veces discurre sobre las propias rocas.
No es de extrañar que al Valle se le llame de la Osera, pues seguro es que no hace muchos años estos animales que tan abundantes fueron en Aragón eligieran este agreste y escondido paraje para habitar sus madrigueras. Dicen que existió un gigante, un Home Grandizo en un lugar llamado la Val d'Onsera. Dicen de él que caminaba acompañado de un enorme Oso. Hay quien sitúa el lugar donde habitó ese ser legendario en la Val d'Onsella, en la comarca de Sos del Rey Católico, pero tampoco sería muy descabellado imaginar que este fantástico personaje hubiera habitado junto al Santuario de San Martín de la Val d'Onsera.