RIGLOS Y SUS MALLOS (Huesca)

Castillo de Montearagón. Silueta.

Circulando por la carretera nacional 240, a cuarenta y cuatro kilómetros de Huesca en dirección a Pamplona, queda el viajero sobrecogido cuando encara unas enormes moles de piedra rojiza que parecen amurallar el camino. En Aragón se conocen como Mallos, aunque el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua no recoja esta acepción. A los pies de los inmensos escarpes, casi oculto por su magnificiencia, se desperdigan unas casas blancas: el pueblo de Riglos.

Pueblos de Riglos

Para llegar al pueblo, es necesario desviarse a la derecha de la carretera, antes de llegar a Murillo de Gállego, que ha adoptado el nombre del río que discurre bajo y entre los Mallos. La mayoría de las casas de Riglos lucen la blanca cal en sus paredes, quizá para destacar bajo la sombra permanente de las rocas. Blancas son también las numerosas lápidas que se desperdigan por todo lo alto del pueblo, en homenaje a los escaladores que no pudieron hacer cumbre, y perecieron a los pies de los Mallos. Un monolito a la entrada del pueblo recuerda a otros montañeros que murieron lejos, tratando de escalar la pared del Eiger en los Alpes en 1963: Rabadá y Navarro, porque habían sido los primeros en abrir una de las más conocidas vías de escalada de estos Mallos, la llamada vía Firé.

Si los edificios de Riglos tratan de acomodarse a las distintas alturas de la ladera, y se extienden a lo largo de la base de los Mallos, la iglesia de Nuestra Señora del Mallo se atreve a alcanzar la cota más alta, la más cercana a la pared natural. Es una construcción del siglo XVII, pero que atesora en su interior dos tallas mucho más antiguas, imágenes románicas de vírgenes. Y es que la historia de este asentamiento se remonta a siglos atrás, cuando fue un lugar privilegiado para la defensa de las fronteras del antiguo Reyno. Como no podía ser de otra forma, tuvo su castillo-fortaleza, hoy totalmente desaparecido, pero del que existen referencias documentales históricas, según las cuales, el propio rey Pedro IV de Aragón se preocupó del castillo y ordeno, en 1377, a su mayordomo y consejero real Pedro Jordán de Urriés, que lo reparara. El rey Juan II nombró infanzones a los miembros de la familia oriunda de Riglos, linaje del que tomó apellido, en 1458. Nobles son sus armas heráldicas: dos leones rampantes que sostienen un mallo.

OS MALLOS Y SUS MISTERIOS

Mallos de Riglos (Huesca)

Las paredes casi verticales de los Mallos, atravesados por la garganta del río Gállego, alcanzan más de doscientos metros. La cumbre sobrepasa los 900 metros sobre el nivel del mar. Las formas extrañas que ha adoptado la piedra han recibido variados nombres: O Puro, O Fuso, O Pisón, O Firé. La imaginación es brutalmente golpeada por este capricho de la naturaleza. Pintores y poetas han sucumbido a sus misteriosos encantos. El escritor aragonés Manuel Derqui reinventó un críptico nombre para los Mallos: el Macizo de Logris, habitado en sus escritos por criaturas fantásticas y diabólicas como los chacales de hierro, la enana de los hielos, las serpientes de cristal... El mismo Ramón J. Sender dijo de los Mallos que eran los "centinelas de las huestes del Diablo".

Tras los Mallos, la leyenda asegura que habita una Giganta, bruja hilandera, que apoyando sus descomunales pies en dos de las rocas, se agacha para mojar el lino en las oscuras aguas del Gállego...

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