Aquilón llaman a ese dios del viento que aparece en los mapas en forma de cara mofletuda de niño soplando. Dicen que el pueblo de Aquilué tomo de él su nombre de raiz latina ("aquilem"), porque sus casas encaran el recio viento del norte que viene de los Pirineos. A sólo 26 kilómetros está Jaca, la capital del Pirineo. Se puede llegar bien desde la carretera Nacional 330 o desde Anzánigo.
Apenas nada se conoce se su historia, salvo que Aquilué es el apellido de un antiguo linaje aragonés oriundo del pueblo. Hoy está escasamente habitado, apenas por una veintena de vecinos, y no tiene ayuntamiento propio, sino que pertenece al municipio de Caldearenas.
Sus edificios, sin embargo, se remontan al tiempo en el que se construían caserones que albergaban familias enteras. Paredes de piedra viva, chimeneas rematadas por tejadillos al estilo aragonés, algunos tejados de lajas... La silueta del pueblo es original. Pocos hay en Aragón que estén divididos en dos núcleos, separados por el camino principal, acomodándose las casas en distintas alturas a las ondulaciones del valle. A uno de los lados, se alza la recia torre de la iglesia, cuyo origen pudo ser el siglo XVII.
HADAS, MORAS Y PEINES DE ORO
En los alrededores de Aquilué hay una cueva, que llaman de La Mora. En el hablar aragonés, eso significa que estamos ante una historia de hadas. Y la leyenda de Aquilué vuelve a recordarnos viejas creencias de todos los tiempos y antiguas culturas, en las que un peine de oro se convertía en un símbolo mágico, y en las que una cueva era la entrada al misterio de otros mundos.