En las noches de veranodanzaban a la luz de la luna sobre las grandes piedras planas que usted puedever por allí; no sé dónde vienen, pero mi abuelo decíaque el abuelo de su abuelo les contaba que hacía mucho tiempo la genteencendía hogueras sobre las piedras y las embadurnaba de sangre, y ha cíanmucho más caso de ellos que de los párrocos de la iglesia.
Y en las noches de invierno los Extraños bailaban junto al hogar cuando la gente estaba acostada; y jugaban con los grillos con buena voluntad. Y siempre estaban allí, pasara lo que pasara. En el campo de la cosecha, se enredaban con las aristas del trigo y tropezaban entre los rastrojos, y luchaban con las cabezuelas de las amapolas; y en la primavera iban a sacudir y pellizcar las yemas de los árboles para que se abrieran; y también pellizcaban las yemas de las flores, y perseguían a las mariposas, y sacaban a los gusanos de la tierra; siempre jugando alocadamente, como unas criaturas felices y traviesas, esos si no estaban enfadados.
Uno sólo tenía queestar quieto y mantenerse inmóvil como un muerto para ver a aquellascositas atareadas, corriendo y jugando a su alrededor.
La gente creía que los Extraños ayudaban a que el trigo madurara y todo lo verde creciera; y que pintaban los bonitos colores de las flores y los rojos y pardos de las frutas en otoño, y las hojas amarillentas. Y creía que, si se enfadaban, las cosas moríany se agotaban, y la cosecha se echaba a perder, y la gente pasaba hambre. Por esto hacían cuanto se les ocurría para complacer a la gente diminuta y ser amigos de ellos. Las primeras flores, los primeros frutos, las primeras coles de los huertos, y quésé yo, los llevaban a la piedra plana más cercana y los dejaban allí para los Extraños; en los campos, las primeras espigas de trigo, o las primeras patatas, se daban a la gente diminuta; y en las casas, antes de empezar a comer se echaba un poco de pan o unas gotas de leche o cerveza en la chimenea para que los chaquetas verdes no tuvieran hambre ni sed.
De "Las Leyendas de los Cars", de Mrs. Balfour (Folk-Lore, II, Londres, 1891) |