Aragoneria > Techumbres y Artesonados Españoles
Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 19 de octubre de 2023 última revisión
El sistema de techumbres de pares y nudillo, que antes de ahora hemos descrito, es el fundamental de los techos andaluces, de estos techos que son dechado de fineza constructiva, a base de lacerías más ágiles y garbosas. Pero hay en la región aragonesa una techumbre importantísima que, entrando estructuralmente en el grupo cuya relación ahora comenzamos, pudiera decirse que es decorativamente de plan gótico. Por, ella pues comenzaremos este capítulo, considerándola como casi inverso de las techumbres hasta aquí estudiadas, que de manifestar algún aspecto mudéjar era principalmente en la parte ornamental (lám. En color, láms XL y XLI y figs 12 a 16).
Esta techumbre de la catedral de Teruel es, de todas la de par y nudillo que hay en España, la que manifiesta mayor variedad de temas pictóricos. Hoy día queda oculta por una bóveda inferior que, si bien impide verla desde la iglesia, facilita al arqueólogo poderla estudiar de cerca, pues el trasdós de la bóveda está a un par de metros de distancia del intradós de la techumbre. Fue sumamente ponderada por el arquitecto Lampérez y Romea, por los Estudiosos señores Byne y Stapley y, de un modo especial, por don Mariano del Pano en un trabajo que éste publicó en la desaparecida <<Revista de Aragón>>, el año 1904.
El trapecio de su intradós mide 7,76 metros en la base, 3,50 metros en el lado superior y 2,85 en cada uno de los lados laterales. Los faldones generados por estos lados laterales tienen una extensión de 32 metros.
Dividida idealmente la techumbre de Teruel en las nueve secciones correspondientes a la nos nueve compartimientos que sobre el harneruelo y los faldones señalan los grandes tirantes de contrarrestro – el primero de los cuales esta adosado al miro limite – procederemos a describir los temas que en estos compartimientos se suceden. En cuanto a la composición estructural, hasta mirar la figura 12 formarse clara idea.
Si el que lee esta descripción se imaginase estar colocado de frente al altar mayor, tendría a su izquierda, en dos órdenes, superior e inferior, los treinta y ocho plafones, o artesonados de profundidad escasa, que podemos considerar incluidos en la sección primera, y otros tantos a su derecha. Llaman la atención en esta primera serie dos artesas heráldicas que ocupan en el faldón derecho el sexto lugar, lo mismo en la serie superior que en la inferior y que son las armas del abad, o del obispo, que tal vez presidió la construcción del templo.
Tres escudos aparecen en cada fondo de plafón, alternando los que ostentan un báculo con otros escudos divididos en cuatro cuarteles que no contiene divisa alguna.
La fauna gótica se desarrolla en los restantes plafones, con tigres que destacan sobre fondo rojo, aves con faz humana o cabeza de dragón, águilas y grifos. Las demás pinturas parecen ser de mera ornamentación: cruces griegas inscritas en círculos, flores de lis que se desenvuelven en graciosas ondulaciones y follajes de recuerdo oriental. Abajo, el tirante se adorna con leoncillos rampantes inscritos en elegantes entrelazados curvilíneos; los grandes zapatas en que se apoya presentan castillos y leones. En una de ellas aparece dibujado un torneo.
Proyección horizontal de un fragmento de la techumbre de la catedral de Teruel
(Dibujo Ráfols)
Los canecillos que sirven de remate a los talones en que se apoyan las zapatas, presentan hermosas cabezas de personas con diadema.
Dando a esta cubierta un aspecto decorativo o simbólico, diríamos que su ornamentación comienza por ensalzar la memoria del prelado que hizo construir el templo, y, tal vez, por recordar las fiestas y torneos que se celebraron en la bendición solemne de las obras. Y es de notar los mencionados escudos abaciales parecen coincidir con los de don Arnaldo y don Sancho de Peralta, que desde 1248 a 1272 gobernaron los diócesis cesaraugustana, a la cual pertenecía el arcedianato de Teruel.
Constituyen la segunda sección, a la parte derecha, varios plafones con pinturas heráldicas, mientras que el lado izquierdo presenta interesantes personajes en los cuales podemos tal vez reconocer los diferentes oficios y las jerarquías del vecindario turolense. La heráldica es de difícil interpretación porque se han alterado mucho, con el tiempo, las tonalidades de los tintes. Sin embargo, no podemos dejar de reconocer el escudo de las cuatro barras aragonesas, diferentes veces repetido, como representando la nación a que pertenece la ciudad; ni podemos dudar del blasón turolense pintado en dos artesones, alternando su toro sobre campo de gules con el mismo escudo de las cuatro barras.
Otros dos artesones, además, presentan todavía motivos heráldicos – tres en cada uno- que son las fajas que pudieran atribuirse a los Villaregut, las bandas de los Liñán o los Urrea, y un palo único de gules sobre campo de oro. Tal vez estas divisas serían de los gobernadores de la ciudad, contemporáneos de la época en que se construyó el techo.
En su parte izquierda presenta la segunda sección de la techumbre gran variedad de figuras que serían personificación de las frecuentes clases y de los oficios diversos que había en Teruel, como anteriormente hemos supuesto.
Allí aparece el juez o magistrado, vistiendo roja túnica y sobre ella la toga, ostentando la espada en su mano derecha y lleva alzado el brazo izquierdo, envuelto en los pliegues del ropaje; y también se ve el clérigo (que lleva, tal vez, los santos óleos en el vaso que sujeta con su mano izquierda) cubierto con manto verdoso orlado de amarillo.
A estos sigue un adolescente con un libro, vestido con túnica encarnada y calzado con sandalias. En una tabla dividida por una línea media, vemos en la parte superior na labradora que, en grandes cestos, vende frutos, y en la parte inferior la misma mujer que saca agua de un pozo.
Ambas figuras llevan una toca de origen morisco que, a la vez que la frente, envuelve la garganta. Sigue una industriosa encajera en actitud de presentar su delicada mercancía y hasta señalando el precio con los cuatro dedos de la mano izquierda, alzados hasta la altura de los ojos.
También figura allí la cortesana, oculto sus pies por amplia túnica, cubierta la cabeza con un dorado sombrerete, corto el cabello en señal de mancebía y abriéndose el jabón en actitud insinuante. Son figuras todas estas notables como documentos de la indumentaria de la época y por la gran intensidad expresiva con que fueron trazadas.
Las grandes zapatas en que se apoyan los tirantes correspondieron a esta sección presentan en una de sus caras los rojos leones rampantes y por la cara opuesta los castillos sobre campos de gules: la enseña de la real estirpe castellana, repetidas veces figurada en la gran techumbre de que hablamos.
Una de las mayores dificultades que presenta la interpretación de las pinturas del techo de la catedral de Teruel, es la de discernir y separar los motivos puramente ornamentales de aquellos que tienen importancia y valor dentro de la acción que el artista intentará desarrollar.
En las piezas heráldicas, sobre todo, la dificultad sube de punto. Un león heráldico, por ejemplo, puede distinguirse de un león puramente ornamental, especialmente si aquél es rampante; pero una flor de lis o una cruz no son de fácil distinción. De lo cual se deriva un constante peligro de descubrir mas cosas de las que el artista se propusiera evocar.
Si la primera sección de la techumbre pudo ser conmemorativa del recuerdo del prelado que presidió la construcción de la catedral turolense, y si la segunda fue destinada a presentar las clases sociales y los oficios de la ciudad, las demás secciones van desarrollando una época histórica mediante la sucesión de reinados y la presentación de personajes, siendo de notar que al frente de la tercera sección, y en su lado izquierdo, aparecen dos figuras muy significativas. Estas dos figuras podríamos decir que son cabezas de línea de la larga procesión de personajes que en las dos series, superior e inferior, se irá sucediendo en casi toda la extensión de la techumbre. En la línea superior en su clérigo que presenta desarrollada una gran tira de pergamino; el de la línea inferior viste roja túnica y, queriendo tal vez presentar la figura de algún escritor o notario, desarrolla también otro pergamino. Los dos tienen, sin duda, igual simbolismo en las dos series de pinturas que encabezan, debiéndose notar que ninguno de los pergaminos contiene caracteres que puedan inducir a una interpretación especial; por esto, no debemos ver en ellos la general significación de hechos pasados que suelen denotar los rollos de pergamino en las artes decorativas. Al parecer, el artista desenvuelve simplemente ante el espectador el libro de la historia mediante figuras que pueden representarse en la forma prolongada de las pequeñas artesas o plafones.
Aparece después, en la serie inferior, un rey vestido con túnica verde, mano amarillo y calzas rojas. Sigue a rey, en la misma línea, un fraile franciscano con su tosco sayal, el cordón en la cintura y el cerquillo en su cabeza; va descalzo y está aureolado con el nimbo de la bienaventuranza ; esta circunstancia y el llevar en su manos un libro (que bien pudieran ser las Constituciones de la orden) nos hace pensar que este personaje fue tal vez San Francisco de Asís, y el rey a quien el Santo presenta su libro, don Jaime I, que protegió la implantación, en sus dominios, de la orden franciscana.
Siguen detrás del rey varias figuras menos importantes, entre ellas un tañedor de viola que se mueve airosamente y viste una túnica corta sin adornos.
En la serie superior falta la tercera artesa a la cual sucede otra figura de fraile franciscano que no lleva aureola; La serie continúa con dos Santos que parecen ser San Pedro y San Pablo, titulares tal vez de las iglesias de Teruel, por lo menos el primero, ya que el templo de San Pedro es una de los mas antiguos de la ciudad.
Una hermosa figura de reina ocupa el séptimo artesón de esta serie, con corona semejante a la que lleva el rey, doble collar de perlas, holgada túnica y manto forrado de armiño. No lleva distintivo ni señal alguna que la caracterice y pueda revelar cuál de las mujeres del rey Jaime quiso el artista representar con tal imagen.
El lado derecho de esta sección tercera está totalmente dedicado a la heráldica y a la ornamentación. Son de notar allí dos grupos blasonados; al primero ocurren cuatro artesones; de ellos, dos llevan pintados castillos y los otros dos parece que irían decorados con leones. (Debemos tener en cuanta para la interpretación de estas pinturas que si cada una de las secciones hace referencia a algún tema especial, en cambio aparece un motivo que se generaliza en toda la techumbre y es el blasón de los castillos y leones).
El segundo grupo heráldico se compone de dos tablas en que alteran el águila y el león. Se refiere acaso a la reina ya descrita, que pudiera ser doña Violante de Hungría. Parece que en el techo se evoca el reinado de don Jaime el Conquistador, dando estas interpretaciones al tercer espacio o sección del mismo.
En los espacios restantes se destacan otras figuras de reyes y de reinas. No hay que pensar, sin embargo, en una serie ordenada y completa de monarcas, sino mas bien en hechos relacionados con las grandes tradiciones de la Iglesia en Teruel, o bien en circunstancias, que, por ser contemporáneas o próximas al artista, hirieron mas profundamente su imaginación.
Como indicamos ya al describir los interesantes dibujos de la sección tercera, aparece en ellos San Francisco al lado del monarca, lo cual puede recordar la primera fundación de la Orden franciscana en Teruel; hemos creído reconocer luego el mismo trozo los santos titulares de los antiguos templos de San Pedro y San Pablo; San Miguel lo distinguimos en la cuarta sección, desagraciadamente mutilada, pues alguien se llevó varios plafones con todo, la parte derecha el artesonado presenta en ésta una figura de reina con corona trilobada, larga túnica que en pliegues numerosos oculta sus pies y dorado cetro con remate flordelisado. Frente a esta figura, hállase un plafón vacío en el cual debió estar representado el esposo de la reina; y debajo de él, en la línea o serie inferior, aparece otro interesante personaje con túnica encarnada y manto obscuro, apoyando en el hombro izquierdo un cetro también flordelisado; este personaje, que no lleva corona sino un casquete rojo, sostiene un libro con la mano derecha.
En el sexto artesón de la parte derecha se ve una pintura que parece representar de nuevo a San Miguel en combate con el diablo. El Arcángel le clava su lanza, y el dragón infernal, revolviéndose con furia, pretende morderle.
Viste aquel un traje muy ceñido y va con las piernas desnudas; el dragón es rojo, con alas de águila. Observamos que el Arcángel San Miguel es titular de una de las más antiguas iglesias turolenses.
Temas de simple ornato, en esta sección carta, son los canes o leoncillos que en ella pueden verse, y los dos pavos reales de la misma. No faltan los leones heráldicos tan repetidos en toda la techumbre y tal vez de mas enérgica ejecución que los que dominan en el resto de la obra. La lucha con el dragón se repite en una de las zapatas; corriendo por el lado opuesto, los versículos del Ave María en hermosos caracteres monacales.
Mas que las figuras dominan los entrelazados de flora ornamental y los motivos geométricos en las restantes artesas de esta famosa techumbre, y en las zapatas mas cercanas al altar aparecen pintados los pasos principales de la pasión dolorosa de Jesucristo, tratados con gran inteligencia y sentimiento.
Respecto a la antigüedad de la cubierta de la catedral de Teruel, podemos decir que esta fue pinada (y a buen seguro construida) en la primera mitad del siglo XIV, pues, según nos ha comunicado don Macario Golferichs, existe prueba documental de que el año 1335 se pagó una determinada cantidad a Dominio Peñaflor por trabajos de policromía por él realizados en dicha obra.
La techumbre de la catedral de Teruel es notable por la abundancia de sus composiciones pictóricas, pero en el aspecto estructural no tiene mayor importancia que otras techumbres de Toledo y de Andalucía. Es a las techumbres andaluzas donde hay que recurrir – y de un modo especial a las granadinas – si deseamos conocer las finezas de que eran capaces los alarifes mudéjares para la construcción de sus trabajos de alfarjes.
Las techumbres granadinas son las ingenuas experimentaciones de los alarifes que gozaban en sus obras, y tienen el mismo encanto, para el arte mudéjar, que lo tuvieron para el Renacimiento italiano las obras de Brunelleschi y Michelozzo. En ellas los temas de lacería parecen la floración de una rosa, todo es graciosamente estructural, y los calados que decoran sus tirantes las dan un aspecto jocundo, de atrevimiento y de ligereza al mismo tiempo.
De simple composición es la techumbre de la sala alta de la Capilla Real en la Lonja de Granada, obrada por Melchor Quintero y Francisco Fernández el año 1520 (lámina XLII). Bello ejemplo de armadura, también con tirantes calados, es la del salón del Hospital Real de la misma ciudad, que data, aproximadamente, de la misma fecha (lám. XLIII). En este mismo hospital hay otro hermoso techo de estructura cupular (lám. XLIV). Junto con éstas, se pueden agrupar techumbres de Santa Isabel, la Merced (lám. XLV) y la Casa de los Córdoba (lámina XLVI).
Concéntrase la estructura en las cubiertas cupulares, pero siempre- dentro del arte mudéjar- se presentan éstas como una derivación de las cubiertas de pares y nudillo; de las cuales hay ejemplares tan bellos como son el ampliamente descrito de la catedral de Teruel, el de la Sala del Consejo del Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares (restaurado en su rica policromía) y el de San Juan de la Penitencia, de Toledo (lám. XLVII); concéntrase la estructura, redúcense o se suprimen los tirantes y se originan estas abundantes bóvedas y cúpulas de madera, cada vez distintas. Se origina la bóveda de harneruelo elíptico de la iglesia de San Pedro, de Cuenca; la bóveda de cuatro paños inclinados dos a dos de la iglesia de San Clemente, de Sevilla; la bóveda ligeramente atirantada de la iglesia de San Pablo, de Córdoba: la estructura cupular de planta octógona de la capilla de San Miguel de la Seo de Zaragoza (lám. XLVIII): la cúpula del salón de Embajadores del Alcázar de Sevilla, como anteriormente aquella de la casa de las Dueñas de esta misma ciudad (lám. XLIX): y las riquísimas cubiertas del Palacio del Infantado de Guadalajara (lám. L) y de Peñaranda del Duero (lám. LI).
Cuando no bastan las lacerías con todas sus combinaciones graciosas, los racimos de mocárabes realzan la composición de los techos mudéjares, que a veces toman también la forma plana como en el de la antesala capitular de la catedral de Toledo, donde se desarrollan todas las lacerías hasta inscribirse en el cuadrado, a partir de una estrella central (lám. LII).
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5 Techumbres de pares y Nudillos. Techumbres y Artesonados Españoles. Jose F. Rafols. Barcelona. 1926.Libro, Fotografías, ilustraciones, artesonados, tejados, edificios, mudéjar
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