Aragoneria > Revista de Aragón. Zaragoza.
Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 19 de octubre de 2023 última revisión
Contenido completo del número 7 de la revista de Aragón en formato pdf.
PUBLÍCASE MENSUALMENTE, DIRIGIDA por D. Eduardo Ibarra y D. Julián Ribera
Catedráticos de la Universidad de Zaragoza,
REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN
Calle de Alfonso I, núm. 10, 3.º, Zaragoza
-Año I Julio de 1900 Núm. 7. Revista de Aragón
Sumario:
— El Filosofo Avempare, por Miguel Asin.
— Plantación de árboles frutales. por el Dr. Campiel.
— Nueva Industria en Aragón. por P.
— La Tuberculosis en Zaragoza, por Félix Cerrada.
— Cantadas y bofetadas, por Alberto Casañal Sakhery.
— Rectificaciones a la historia árabe pirenaica, por Francisco Codera.
— El Movimiento intelectual en Zaragoza, por Julián Albera.
— Un Fuero desconocido de D. Alfonso el Batallador, por E. I.
— Bibliografía por E.I.
— Examen de revistas. por X.
—Noticias. -I- Correspondencia administrativa.
Probablemente, á muchos de nuestros lectores, sobre todo si no están familiarizados con la historia de la filosofía ó si no han tenido que hojear los infolios escolásticos del siglo xiii, les habrá de producir extrañeza el epígrafe que encabeza estas líneas. Que nuestra ciudad ha sido cuna de santos, de teólogos, de artistas, de héroes sin cuento, tópico es corriente de que se echa mano á tuertas y á derechas; pero que á orillas del Ebro hayan nacido hombres capaces de imprimir una dirección determinada al pensamiento filosófico de un siglo y de una raza, filósofos dignos de figurar en la historia de las ideas como maestros indiscutibles de una originalísima escuela, y cuyas influencias se hayan perpetuado, á través de las edades, traspasando las fronteras de su patria para ir á repercutir el eco de sus palabras, y la fama de su nombre en pueblos de otra raza, de otra lengua y, lo que que es más, de otra religión, esto si que, lo repetimos, no lo sospecharan ni siquiera los pocos para quienes el nombre de Avempace no suene por vez primera en sus oídos.
Muchas veces, al tener ocasión, por mis aficiones, de admirar y conocer de cerca la importancia y el prestigio del nombre de nuestro paisano entre los sabios más ilustres del siglo xiii, asi musulmanes como cristianos, me pregunté cuál podría ser la causa del olvido en que ha caído en los siglos posteriores y de la preterición que con él se comete hasta en los libros de historia de la filosofía escritos en nuestra patria. Y téngase en cuenta que mi extrañeza no se refiere al pueblo: las dotes que á los filósofos distinguen no son apreciables para el vulgo; éste pone su cariño en los que por algo se le asemejan; el valor heroico, la santidad, la inspiración artística, todo lo que habla al corazón, aunque no diga mucho á la cabeza, encuentra sus simpatías en el pueblo: los filósofos no han sido jamás ídolos populares. De otra parte, Avempace, hombre de religión, civilización y lengua distintas de la nuestra y, lo que es más, abominadas por todos después de la reconquista, no podía haber dejado en su patria una memoria estable ni constituir para sus paisanos objeto de tan respetuoso culto como el poeta Aurelio Prudencio ó el teólogo Tajón, no obstante haber éstos vivido en edades más remotas. Como observa el discreto Valere, se diría que, cuando expulsamos á los moros y judíos, los quisimos expulsar para siempre y borrar hasta su memoria de entre nosotros. Esta sola diferencia de religión y lengua no parece, sin embargo, razón suficiente para explicar el olvido á que hemos relegado al único filósofo zaragozano: igual abismo de diferencias separó á Averroes de la Europa cristiana del siglo xiii, y ello no fué óbice para que su nombre viviera en la escolástica muchos siglos después y para que sus ideas fecundaran los sistemas así medioevales como renacientes, lo mismo filosóficos que médicos y aun teológicos heterodoxos: dígalo, si no, la famosa escuela averroísla de Padua que se perpetuó hasta el siglo xvi. De consiguiente, otras causas, á más de la insinuada, habrán influido en oscurecer la fama de Avempace. Veamos de indicar las que, á nuestro juicio, hayan contribuido á ello en mayor grado.
Es la primera y principal de todas el haber tenido Avempace por discípulo, si no inmediado y personal, continuador al menos, al célebre Averroes. Al que con mirada sintética estudia la historia de una época filosófica, ó tan sólo de una escuela determinada, no es raro que le ocurra observar la injusticia con que las generaciones que han venido en pos de un maestro insigne sumieron en el más profundo olvido sus doctrinas, para tributar culto casi fanático á las de uno de los discípulos de aquél, cuyo mérito, las más de las veces, redúcese en último análisis á haber acertado en asumir, aclarar y completar las doctrinas que el maestro no pudo dar á luz sino imperfectas, difusas y con la oscuridad y complicación que caracterizan á las ideas nuevas en las primeras etapas de EU gestación y desenvol vimiento. ¿Cuál es, por ejemplo, el mérito real y positivo de Boecio? El haber sabido verter y comentar algunas de las obras maestras de la filosofía griega, y el de intentar la harmonización del neoplatonismo alejandrino con los dogmas cristianos. Y aun en esto fáltale originalidad: Porfirio discípulo de Plotiuo habíale abierto ya el camino en lo primero; Clemente de Alejandría, el Pseudc-Dionisio y todos los Santos Padres en más ó menos le precedieron en lo segundo. Y esto no obstante ¿cuál no fué el renombre de Boecio en los primeros siglos de la edad media? Sus obras eran en las escuelas monacales el casi único texto, y toda la famosa cuestión de los universales, que tan revueltos trajo á los escolásticos hasta el siglo XII, en sus comentarios á la lsiiijO¡/e de Porfirio tuvo su origen y fuente.
Análogo fenómeno ocurrió también con Averroes. El filósofo cordobés es, en cierto modo, el Boecio de la filosofía árabe, es decir, uno de esos que tienen la fortuna de llegar á tiempo para apropiarse y hacer suyo el inmenso bagaje de toda una época de esplendor filosófico, y que compensando por el carácter enciclopédico de sus obras lo que les falta de originalidad, discutiendo y comentando á los que les han precedido, porque es ya demasiado tarde para crear, se constituyen en los últimos sostenes de una civilización que se derrumba y, por una suerte inesperada, su nombre va ya inseparablemente unido á los girones de la cultura que ellos han sintetizado y sus escritos vienen á ser para las generaciones sucesivas como la fórmula abreviada, como el esquema y la síntesis de esa cultura misma. A idéntica ley obedece, en parte, la hegemonía que sobre las inteligencias ha venido ejerciendo en la filosofía escolástica la síntesis del Angélico Doctor. No fueron los méritos intrínsecos de esa síntesis los determinanles exclusivos de tal hegemonía: circunstancias de otro género, ajenas algunas al orden científico, despojaron bien pronto al verdadero creador de dicha síntesis, es decir, al maestro de la escuela dominicana. Alberto Magno, de los títulos que en vida todo el mundo le reconoció, y acabaron por relegarle al olvido en que hoy le tienen los mismos escolásticos. Olvido injustificable, por cierto; pues todo absolutamente lo que en las obras de Santo Tomás pasma por lo enciclopédico de su saber, en las del Doctor Universal reconoce su fuente de información, fuente exuberante y abundantísima, cuyas aguas, al inundar turbulentas y desbordadas el campo de las disputas escolásticas del siglo xiii, sólo necesitaban de un hábil ingeniero que, encauzándolas y dándoles la limpidez y claridad que no tenían, las convirtiese en aprovechables y fecundas. Tal es el justo mérito de Santo Tomás, en relación con los de su maestro: éste, el introductor, en la escolástica, de toda la enciclopedia aristotélica; aquél, su compendiador ilustradísimo y discreto.
Y no acabaríamos por este camino, si fuésemos á enderezar aquí, uno á uno, los innumerables entuertos que la rutina de los siglos ha venido perpetrando en este orden de la equidad social. Pero no es éste el fin que nos proponemos: queríamos tan sólo explicar la oscuridad del nombre de Avempace en la historia de la filosofía, por las que creemos causas de tal hecho.
Toda la fama de Averroes en la Europa cristiana estribó seguramente en dos cosas: fué la primera, el haber sido el comentarista de Aristóteles; consistió la segunda en su panteísmo psicológico, ó sea en su célebre sistema del intelecto uno.
Ahora bien; por ninguno de ambos títulos merece Averroes la fama universal que su nombre se conquistó en el siglo xiii. No por el primero, pues sus comentarios, salvo accidentales modificaciones, están inspirados en las obras de Avempace, cuyos títulos, según se verá en artículos sucesivos, evidencian por sí solos la relación de paternidad á que ahora aludimos.Más aún; el propio Averroes, en sus comentarios, casi no cita de autores árabes á otros que á dos, Avicena y Avempace; pero con esta notabilísima diferencia: que las opiniones del primero casi siempre le merecen censuras, parciales é injustas á menudo; en cambio trata siempre á Avempace con profundo respeto, y si á las veces se permite disentir de él, no es sin protestar su admiración hacia el padre de la filosofía árabe española. Porque entiéndase que con estos alegatos en favor de Avempace no queremos hacer á éste el honor hiperbólico de creerle pensador original en absoluto y sin precedentes: las ideas no surgen jamás sin razón suficiente; y ésta, en su mayor parte, ha de buscarse en las ideas de los antepasados. Esto es decir que también Avempace, para comentar al Estagirita, hubo forzosamente de utilizar los trabajos de Alfarabi, Avicena y Algazel. Pero, en cambio, suyo exclusivamente es el mérito de haber introducido en España la filosofía árabe del oriente, dando así nacimiento á una escuela filosófica que emuló, si no superó, los brillantes resultados de la oriental.
Demás de esto, las mismas circunstancias accidentales, que hicieron de Averroes un comentarista de Aristóteles, demuestran que á la casualidad debió toda su fortuna. Así como Avempace vivió en época de persecución contra los filósofos de parte del pueblo y del gobierno, Averroes tuvo la suerte de ser acogido en la corte del almohade Abu Jacub Yúsuf, hijo de Abdelmumen, que se rodeó de sabios á quienes honraba y hacía grandes mercedes. A esta feliz coyuntura debió el poder redactar sus comentarios, pues sin su presentación ante el emir por medio de su amigo Abentofail, y sin las recomendaciones de éste, y sobre todo sin el encargo y apoyo del gobierno para realizar sus trabajos, no habríalos probablemente llevado á feliz acabamiento; y si su amigo Abentofail, por su avanzada edad y por las ocupaciones del gobierno, no se hubiese excusado ante el emir, á él seguramente se hubiera encomendado ese trabajo, y á él, es decir, á un discípulo personal de Avempace, habría cabido la gloria toda de comentar al Estagirila.
Lo mismo ocurre con el segundo título á que arriba aludimos: el panteísmo psicológico pasa como teoría personalísima de Averroes; y sin embargo, no es más que una evolución lenta del sistema ideológico del Estagirita, que se modifica á través de los peripatéticos alejandrinos, para tomar un matiz evidentemente neoplalónico y místico en los primeros filósofos árabes del oriente: Alquendi, Alfarabi y Avi cena sentaron las premisas de la unidad del entendimiento activo. Pero Avempace es el verdadero fundador de este sistema panteísta; á demostrar la audaz tesis de la unidad de las almas humanas consagra dos de sus obras más características: el Libro de la unión del entendimiento con el hombre y El lltcjimen del solitario, á parte de otras muchas en que explica y aclara su pensamiento.
Por su parte Averroes, como fiel discípulo de Avempace, desenvolvió sus ideas, ya en sus comentarios al III.º De anima de Aristóteles, ya en los cuatro tratados que escribió sobre idéntica materia y con el mismo título que su maestro. Más aún: no contento con no a tan explícita declaración acerca de la filiación de su sistema, todavía escribió un Comentario sobre el tratado de Ávempace acerca de la unión del entendimiento con el hombre, y al fin de una de sus obras manifiesta el propósito de componer otro sobre El Rejimen del solitario. Ni se piense que le comenta para refutarle: cabalmente Avempace y Averroes coinciden en resolver este problema del fin último de modo diverso que los filósofos árabes del oriente y aún que Abentofail: en todos éstos entra por mucho el elemento ascético-místico que tanto predomina eu Algazel y aun en los opúsculos esotéricos de Avicena; en cambio aquéllos otorgan á la especulación, al estudio de la metafísica, un papel principalísimo en el preparar el entendimiento á la consecución de sus destinos últimos.
Resulta, pues, de este somero examen comparativo, que las teorías de Averroes, en lo que á la filosofía respecta, no difieren por ningún carácter esencial de las de Avempace. Igual consecuencia habríamos de deducir, si el paralelo se esta bleciera en otros órdenes, especialmente en matemáticas, astronomía y medicina; y por tanto, creemos haber evidenciado que, si Avempace ha quedado oscurecido para la posteridad, ha sido cabalmente porque su discípulo Averroes consiguió aclarar y sistematizar sus doctrinas que, al pasar á la escolástica medioeval, en una época en que la crítica de las fuentes era casi desconocida, perdieron por completo el sello de su origen.Allégase á esta razón primordial, al par que común á todas las civilizaciones, otra que afecta de especial manera al mundo musulmán: su odio á la filosofía, á la especulación racional.
La multiplicación de les sectas heterodoxas casi hasta el infinito, nacida ó al menos fomentada por la introducción de la filosofía griega en el oriente, puso en guardia, ya en los primeros siglos del islam, al clero musulmán ortodoxo contra aquel enemigo que amenazaba de muerte á la teología. El libre examen del Alcorán dio sus naturales frutos; y, como lógica reacción, apologistas celosos de la ortodoxia fulminaron sus anatemas contra el racionalismo de la filosofía, excediéndose, como ocurre siempre en las humanas disputas, y cercenando más de lo justo los fueros de la razón en la investigación de la verdad. Las persecuciones contra los filósofos y la quema de sus libros estuvieron, desde aquel momento, á la orden del día, así en oriente como en España. El pueblo, el clero y el gobierno en la mayoría de los casos anduvieron unánimes en odiar la filosofía. Por esta razón, los más grandes filósofos del islam no han tenido renombre alguno entre sus correligionarios. La fama ha estado reservada para los teólogos y juristas. Y como ordinariamente las obras biográficas y bibliográficas han sido escritas por esta clase de hombres y con un fin más religioso que histórico, es muy natural que omitan por completo ó traten á la ligera de las vidas y libros de los filósofos. Así se observa que el nombre de Avempace falta por completo en la serie de diccionarios biográficos escritos por los faquíes españoles Abenalfaradí, Abenpascual, Abensiabar, y sólo incidentalmente se le cite en las biografías de tal cual teólogo ó tradicionista. Demás de todo esto, ni su patria, ni su familia, ni su alcurnia, ni las circunstancias de su vida, fueron las más á propósito para hacer de él una figura ilustre entre sus paisanos. Su patria, Zaragoza, una de las ciudades más alejadas de la corte, del centro del saber y de la fama. Su familia, de humilde abolengo, dedicada no á las letras, sino á las artes industriales. Su vida agitadísima y no muy larga, distribuida entre las tareas del gobierno y entre viajes frecuentes por España y África, no tuvo el vagar suficiente que reclaman las especulaciones filosóficas. Por esto sus obras quedaron incompletas, á juicio de su discípulo Abentofail, y por esto también su memoria se borró con más facilidad y rapidez, que la de otros menos importantes, de la mente de los árabes españoles.
Hemos analizado, con extensión quizá sobrada, las causas á que creemos obedece la oscuridad del nombre de Avempace, á fin de que se expliquen los lectores lo exiguo de las fuentes á que se ha recurrir para bosquejar su biografía y la importancia de su pensamiento en la filosofía árabe-española.
Pero esto será objeto de sucesivos artículos.
Miguel ASÍN.
Pocos viajeros curiosos pasarán por Zaragoza sin subir á las alturas de Torrero con el fin de contemplar los risueños campos de verdura y la espaiosa masa de frondosidad que se extiende por las anchas y dilatadas riberas del Ebro, en la que se destacan centenares de lindas casas y hotelillos.
La campiña zaragozana es la más hermosa de Aragón, y no tendría que averjíonzarse de ser puesta al lado de la feraz llanura de Tarragona, ni aun de las huertas de Valencia y Murcia.
Sin embargo, si no es inferior á éstas últimas en lo pintoresco y hermoso, lo es de manera muy notable en la producción. Y la culpa no tanto quizá sea del campo, como habrá que achacarla al campesino.
Los árboles, que podrían ser una de sus más fecundas fuentes de riqueza, apenas le sirven de escasa utilidad: sobran las plantaciones que deben llamarse de capricho, y faltan las verdaderamente productiyas que pueden denominarse comerciales, en las que la renta no quitaría nada ní la hermosura. Hay muchísimas torres que más parcceii tener la pretensión de ser jardines botánicos, por la variedad de clases de árboles plantados, que no fincas de producción; de ellas apenas percibe el dueño unas cuantas monedas mal cobradas.
La causa de ello suele ser el procedimiento empleado en las plantaciones; es el siguiente: cuando un individuo por virtud de su industria ó trabajo ha llegado a buena posición, se ilusiona con la grata idea de pasar muchos ratos en el campo; compra unas cuantas yugadas; las cierra con tapia; construye su casita con intento de ir allí todas las tardíes ó de permanecer semanas enteras; traza los andenes y enfila por sus costados buen número de parras y de árboles de sombra ó de frutales encargados á un plantelista con la recomendación especial de que haya variedad de frutas, de distintos tiempos de madurez, con el fin de tener en toda época atractivo para la estancia en la torre.
La elección, como se ve, ha sido hecha para satisfacer un deseo personal, sin miras ulteriores interesadas.
Pero esas románticas aficiones que muchos sienten por el campo, suelen ser efímeras; duran el tiempo de construcción de tapia y casa y aun de la plantación. Al cabo de uno ó dos años, ya no es tan vivo el deseo; se nota que los gastos van subiendo mucho; la ilusión de vivir y pasear por el campo se amengua: tanto retiro, silencio y aislamiento enfadan; no vale la pena ese capricho de gastar tantas pesetas. Ál cabo se arrienda la finca á un torrero, por cuatro cuartos, con la condición de reservar para el dueño las frutas y alguñas verduras. Entre pitos y flautas se escurren las frutas por mil medios en arboles solitarios. Total, que al fin una finca hecha sólo para el puro recreo, queda de producción; y como para esta no se hizo, nunca puede ser de verdadera producción, á no ser que se la cambie radicalmente. Y luego, ya no está uno para mayores gastos.
Aun podría servir tal vez, si la elección de árboles se hizo á conciencia, escogiendo los mejores de cada clase; pero, aunque así fuese, á los pocos años comienzan las bajas en los árboles; el torrero los sustituye con los que por casualidad y á la ventura le nacen en la torre; y allá á los treinta años, una torre de esta clase suele tener lo siguiente: mucha variedad de árboles y de mala calidad. Y así perduran muchas fincas: la mayor parte de las que rodean á la ciudad de Zaragoza.
Tienen, pues, dos gravísimos defectos: 1.º La variedad de árboles en un mismo campo; 2.º la mala calidad de los mismos.
A la variedad de frutales o todos la apreciarán como mala decididamente; quizá algunos crean que es cosa buena; yo la tengo por detestable en casi todos los casos.
En pueblecillo pequeño, lejos de vías de comunicación, de muy reducida huerta, en espacio cerrado, en el corral de las casas, tal vez sea discreto el buscar la variedad. En esas circunstancias no es fácil que se traigan frutas de fuera para que allí las coman; ni se ofrecen ocasiones de vender las que allí se produzcan. Convendrá en ese caso tener la variedad necesaria para que los del pueblo no pasen sin comer fruta. Pero en grandes huertas, cercanas á mercados ó con fácil comunicación con centros comerciales, la variedad dentro de un mismo campo no tiene razón que la justifique. ¿Que se diría del labrador que en vez de sembrar de trigo un trozo de tierra, se empeñara en sembrarlo de trigo, cebada, avena, centeno, habas, judías, todo revuelto y mezclado en los mismos surcos? ¿Que estaba loco? Pues casi lo mismo se puede decir del que tiene una finca de producción con árboles frutales revueltos, mezclados y en variedad inmensa. Así como un campo plantado sólo de trigo tiene, naturalmente, por ser de una sola cosa, unificadas las faenas para la siembra, escarda, siega, etc.; así un campo de frutales de la misma clase tiene unificadas sus labores de cultivo, poda, cava, cosecha, etc. Eso simplifica mucho el trabajo y lo hace económico.
En aquellas plantaciones dedicadas desde un principio á la explotación industrial ya se han unificado las especies: es costumbre aceptada y seguida por todos el plantar las viñas de una misma clase de cepas, los olivares, de la misma clase de olivos. Sin embargo, en muchos árboles frutales, aun no se han decidido los propietarios, de un modo general, á plantar de una misma clase. En la huerta de Zaragoza apenas hay campos dedicados exclusivamente á manzanos, perales, albaricoqueros, cerezos, etc; hay un revoltillo informe, que no ha permitido á los propietarios enterarse del verdadero valor de la producción de los frutales.
De esa manera, ni siquiera han tenido estímulo para mejorar, escogiendo aquellas clases que tienen más estima en los mercados; al revés, se observa con tristeza que ciertas clases de fruta son tan comunes y tan abundantes, que apenas produce su venta lo necesario para pagar el gasto de cojerlas.
Los torreros, al ver que producen poco, no quieren perder tiempo; no se entretienen en arrancarla de los árboles en buenas condiciones, sino de cualquier modo. Es una desdicha el que se vean los puestos del mercado llenos de frutas cogidas á cañazos, mezcladas las verdes con las maduras, y todas hechas un asco, chorreando despachurradas. Esto contribuye á la mayor depreciación de la fruta y á la ruina del agricultor; de este modo ni torreros ni consumidores pueden quedar satisfechos.
Bien mirado el caso, lo mismo cuesta de mantener un árbol de pesimas duraznillas, que un buen melocotonero: el mismo espacio de tierra ocupan y lo mismo chuparán del suelo.
Todo indica una gran desidia en el agricultor, el cual apenas tiene cuidado de injertar sus frutales para tener las mejores y más valiosas frutas. Y tanto es más de sentir, cuanto que desde hace muchos años ha tenido motivo para abrir los ojos. Las vías de comunicación han permitido dar á conocer las frutas aragonesas, sobre todo las tardías, y son aceptadas, al presentarse en regulares condiciones, en casi todos los mejores mercados, como Bilbao, Madrid y Barcelona; y hasta los extranjeros, los cuales bastarían para enriquecer no solo la huerta de Zaragoza, sino la de muchas de parecidas circunstancias que hay en Aragón.
Pondré un ejemplo real é interesante para poner en evidencia lo que se podría hacer en este sentido.
El año pasado estuvo en mi casa uno de los socios de un gran establecimiento de París dedicado al negocio de frutas; había venido con el intento de comprar, á cualquier precio, las ciruelas Claudias de todo Aragón y de la Rioja. Me contó que había recorrido las principales huertas y, á pesar de haber venido con bastante anticipación (un mes antes de madurar la fruta), encontróse con que todas las ciruelas estaban ya vendidas para el mismo objeto que él deseaba.
Eso no le extrañó: lo que le dejó sorprendido en gran manera fué el no encontrar plantaciones de ciruelas, sino que había de ir buscándolas de torre en torre, donde había uno ó dos árboles de esas ciruelas.
Preguntóle á qué precio las podría pagar; y me contesto: «según; si hemos de ir á buscar, de árbol en árbol, las ciruelas, es imposible pagarlas bien, porque los gastos de cogerlas y arreglarlas suman tanto como el valor de las mismas. Además como debajo de esos árboles plantan trigo ó verduras, aquéllos producen fruta de inferior calidad; como además no se tiene la precaución de aclararla, cuando está espesa y aun verde, el tamaño es siempre pequeño, y hemos de rebuscar mucho para encontrar lo que deseamos. Ah! si hubiera campos cultivados de ciruelas Claudias exclusivamente, bien abonados, convenientemente aclaradas las frutas, entonces las pagaríamos muy bien y ganaríamos todos, propietarios y comerciantes.
De esta manera, la necesidad del mercado nos obliga á buscarlas en cualquier parte; pero, como es tan difícil de recoger, »es imposible un precio regular».
Aviso, pues, á los propietarios de Zaragoza. Hace ya algunos años que agentes comerciales de Valencia y Murcia solicitan las ciruelas Claudias para revenderlas á comisionados franceses. Estos intermediarios están acostumbrados á ese negocio, porque la riqueza de las huertas de Murcia y Valencia depende casi toda de plantaciones comerciales de naranjos, limoneros, pérsicos y hasta de ciruelas Claudias y manzanos que, de seguro, se darían mejor en tierra aragonesa.
¿Seguirá la huerta de Zaragoza siendo un baturrillo de torres caprichosas que se hicieron para el recreo y ahora ni recrean á los amos ni les producen la renta que les deberían producir?
La contestación no la espero de los infelices torreros que viven trabajosamente del producto de las verduras, los cuales, por su escasa instrucción, no pueden enterarse de estas cosas, sino de los propietarios que son los que, en cierto modo, tienen la culpa de que las torres no les sirvan ni siquiera de recreo.
Estoy seguro que, si con un poco de cuidado consiguiesen aumentar de un modo notable su renta, visitarían con mayor afición, interés y gusto sus torres productivas.
Y para el ánimo contento, todo se convierte en risueña poesía.
DR. CAMPIEL.
Recientemente se ha constituido en Zaragoza una sociedad anónima con 750.000 pesetas de capital, titulada «Sociedad Aragonesa de Molinería y Panificación sistema Schweitzer», teniendo por objeto la explotación, no sólo en las tres provincias aragonesas, sino también en la de Castellón de la Plana, de todos los procedimientos de molinería y panadería de dicho sistema, generalizados rápidamente en Francia y en disposición de hacer lo propio en España. La REVISTA DE ARAGÓN que tiene siempre como norma tratar de asuntos importantes que afecten á esta región, no podía dejar pasar inadvertida esta nueva industria que ha de establecerse en esta comarca; y en efecto se complace hoy en dar á sus lectores una breve idea de los fines de esta Sociedad, que no pueden ser más simpáticos.
Siempre ha sido el elevado precio del pan, así como la falta de condiciones nutritivas é higiénicas del mismo, motivo de preocupación por parte de los poderes públicos, de los municipios y de las familias; y hasta la fecha, bien podemos decir que ninguno de los procedimientos ideados ha correspondido á los deseos de unos y otros. Solamente el procedimiento Schweitzer, compuesto de un conjunto de aparatos, hoy día, los más perfeccionados, para verificar el trabajo de descortización y molienda de los granos, por medio de molinos que producen harinas tan puras y blancas como las que salen de los cilindros, pero de muy superiores condiciones nutritivas, así como de amasadores mecánicos y hornos para la cocción, ha conseguido que la fabricación del pan deje de permanecer refractaria á los progresos científicos é industriales de nuestro siglo, pues sabido de todos es que el pan, alimento por excelencia, universal é insustituible, viene haciéndose hoy poco más ó menos como se hacía en tiempo de los Egipcios que, según cuentan, fueron los inventores de los hornos, Desde que el inventor Schweitzer, hijo de obscuro molinero, y hoy hombre meritísimo como bienhechor de la humanidad, debido todo ello á los esfuerzos de su talento y á la magnanimidad de su corazón, pudo comprobar, en su pequeña instalación molino-panadería de Suresnes-Puteaux, en 1897-98, que su sistema permitía obtener con 100 kilos de trigo, más de 100 kilos de pan, superior, en gusto y en cualidades digestivas y nutritivas, al pan ordinario, asombra la rapidez verdaderamente vertiginosa con que dichos procedimientos se han extendido por todas partes: la constitución de la «Societé Francaise de Meunerie et de Panification Schweitzer»; la de la «Societé Parisienne» que en brevísmo espacio de tiempo ha llegado á producir 50.000 kilos de pan diarios; el haberse constituido la «Sociedad española», y adquirido el privilegio para propagar el invento en España y Portugal; el haber cedido esta Sociedad rápidamente también todos sus derechos á nuevas Sociedades regionales; datos son todos ellos que vienen á probar una vez más la gran revolución que traen los procedimientos del ingeniero M. Schweitzer.
Por si esto no bastara, fácil es comprobar todos estos asertos: cualquiera puede ver la pequeña fábrica instalada por la «Sociedad Española» en la Ronda de San Pedro, de Barcelona, delante de la cual constantemente se agolpa numeroso y compacto grupo de curiosos que presencia admirado la sencillez y perfección de aquellos mecanismos que, ante su misma vista, cogen el trigo, lo limpian, lo muelen, separan las harinas, amasan el pan, lo cuecen y lo ofrecen a consumo público en condiciones de economía, limpieza é higienismo con el que nadie puede competir.
El mejor pan y el más barato, es el lema de dicha Sociedad; el mismo tendrá la Sociedad aragonesa.
Que es el mejor, se prueba teniendo en cuenta que el pan que hoy consumimos no tiene todo lo que debe tener de alimento: la harina con que se fabrica, es un polvo de la parte de almidón del grano de trigo, extraído de él por el sistema de laminaje de los cilindros húngaros; sistema éste que destruye por aplastamiento la contextura granular de las células del grano, eliminando gran parte de las materias azoadas, fostátos y diestasia. En el sistema Schweitzer la transformación del trigo en harina se hace por el método de granulación, y la harina así obtenida contiene todos los principios nutritivos del grano de trigo, del que sólo se separa el salvado, y recien hecha la harina, fresca y antes de que su aroma desaparezca por evaporación, pasa á las amasadoras mecánicas, en cuyos aparatos se ejecuta el trabajo de amasar la pasta en las más extremadas condiciones de limpieza, filtrando previamente el agua que ha de incorporarse á la harina.
La cocción se efectúa en hornos automáticos y continuos, en los que se obtiene una cocción limpia, económica y perfecta.
No hemos de esforzarnos para demostrar que es el pan más barato; bastaría consignar que en Barcelona lo quitan de las manos; y respecto de París, remitimos á nuestros lectores al periódico parisién «Le Gaulois» del 15 del mes actual, donde comentando las discusiones de la Cámara de los diputados, podrán ver lo dicho por un miembro de la misma relacionado con el precio del pan y la venta del trigo, haciendo notar que mientras en las tahonas se venden los dos kilogramos de pan á 75 céntimos, en las molinerías panaderías recientemente instaladas en París se venden los dos kilogramos á 55 céntimos; y que este pan del sistema Schweitzer es excelente y hecho á la vista del consumidor, razones por las que se puede comer con toda confianza. El mismo periódico antes citado, al reseñar la solemne inauguración de una nueva instalación en la Villette, se expresa así: asistiendo á esta fiesta, no hemos podido por menos de desear que todos aquellos que por deber ó por interés se preocupan de tan graves cuestiones como el precio del trigo y del pan, visiten la fábrica modelo de la Villete. Así se quedarán para siempre convencidos».
El Consejo municipal de París, después de discusiones sobre la cuestión del pan, y teniendo en cuenta las experiencias hechas bajo su dirección, hase decidido por el sistema Schweitzer. También el Consejo general del Sena ha votado la aplicación de este sistema para el Asilo del departamento de Nanterre. La administración militar, previas experiencias comparativas que no dan lugar á duda, acaba de proponer, siendo aceptado por los ministros de la guerra y de las colonias, el uso de estos aparatos por el ejército. En Roma, en Bruselas, en Lisboa, donde se está levantando una fábrica modelo, y en todas partes, empiezan á multiplicarse los procedimientos Schweitzer.
En resumen, la Sociedad Aragonesa de Molinería y Panificación Schweitzer está llamada á producir en las cuatro provincias, para las que tienen adquirida la exclusiva, una gran revolución en la panificación, siendo buena prueba de ello los numerosos datos que de toda la región se solicitan, y el estar ya casi concertada la venta de patentes y uso de marcas de fábrica y aparatos en diferentes puntos, no obstante el escaso tiempo transcurrido desde que aquella se fundó.
Por lo que á Zaragoza se refiere, baste saber que dicha sociedad tiene acordado establecer en esta población una fábrica que podrá producir hasta 10.000 kilogramos diariamente; que para esta fábrica está ya encargada la maquinaria que no tardará á llegar más tiempo que el indispensable para edificar los pequeños edificios donde ha de instalarse, estando y a preparados los planos y proyectos de los mismos.
P. FÉLIX CERRADO
Existen tres enfermedades infecciosas que plantean otros tantos problemas profilácticos de grandísima importancia aunque de significación y trascendencia diferentes.
La fiebre tifoidea, de la que mueren en Zaragoza más de ciento cincuenta personas cada año, es la enfermedad de las aglomeraciones humanas, se ceba en aquellas ciudades en que se olvida el cumplimiento de las prescripciones de la higiene, constituyendo la escolta patológica de la suciedad y del hacinamiento, y la consecuencia necesaria de esa detestable impureza en el suelo que pisamos, en el alimento que ingerimos, en el aire que respiramos, en la casa en que nos guarecemos, en todo aquello que constituye el medio en que vivimos. Por esto dicha enfermedad suscita un problema de higiene urbana cuya solución está principalmente encomendada al municipio y cuya práctica realización no puede intentarse siquiera sin la construcción de un sistema, lo más perfecto posible, de evacuación de los exenta de la ciudad. La viruela, que en las naciones de Europa está casi absolutamente borrada de entre las enfermedades que ocasionan mortalidad, produce en España más de diez mil víctimas anuales, censo de mortalidad que plantea un problema de profilaxis nacional ya que sólo una ley sabiamente dictada y rigurosamente cumplida de vacunación y revacunación obligatorias es capaz de anular esa bochornosa contribución que cercena diez mil vidas de españoles cada un año y que nos impide figurar dignamente en el concierto de los pueblos cultos.
Por último, la tuberculosis que mata anualmente más de un millón de europeos suscita un problema de higiene social de perentoria solución y de enorme trascendencia; porque la tuberculosis es enfermedad que florece en todos los climas y en casi todos los países habitados, no existe contra ella inmunidad en ninguna condición orgánica ni social, de modo que ataca á todas las razas, quinta las filas de la infancia, diezma las de la juventud, busca sus víctimas en la edad madura y no respeta á la vejez; penetra en el palacio del potentado y tiende sus negras alas sobre la humilde vivienda del proletario sembrando doquier la desolación y la ruina; ni el sexo, ni el estado civil, ni la profesión, ni el género de vida, ni la posición social ofrecen garantías contra los ataques de tan mortífero mal que se ceba y encuentra la condición de su mejor desarrollo en la miseria fisiológica, en la debilidad del organismo y cuyo universal dominio la convierte en la más terrible plaga que aflige á la humanidad.
La tuberculosis, aunque conocida en los antiguos tiempos es enfermedad que ha alcanzado su gran desenvolvimiento sobre la población humana á medida que el progreso ha ido extendiendo sus luces por los ámbitos de la tierra, como si quisiera advertirnos de un modo suficientemente expresivo que los grandes desequilibrios sociales creados en los modernos tiempos tienen su sanción en todas las esferas de la vida incluso en la vida patológica; por eso se ha dicho que la tuberculosis es la expresión morbosa del presente siglo y bien puede afirmarse, que, dentro de lo patológico, es la síntesis de todas las miserias, de todas las debilidades, de todos los errores, de todas las incurias higiénicas, de todas las deficiencias, de todas las desigualdades, de todas las injusticias, de todo lo malo que soporta y alimenta la presente civilización.
Por esto es el problema de la tuberculosis eminentemente social y así lo han comprendido los gobiernos de la culta Europa, que se han asociado con su protección y con su presencia á la realización de los congresos que contra la tuberculosis reúnen á los sabios más eminentes del mundo, para realizar la obra de la lucha contra esta terrible dolencia.
La grande importancia del problema y el incremento abrumador que esta enfermedad alcanza en Zaragoza me han decidido á llamar la atención pública hacia un asunto que se ofrece á nuestra consideración con caracteres de inmensa gravedad y cuyo conocimiento y solución interesa y afecta á todas las clases sociales.
Como en España no existe organización ninguna que pueda suministrar datos acerca de la morbilidad, claro es, que sólo á los muertos podemos atenernos; y aun las tablas oficiales de mortalidad están dictadas con un criterio tan anticuado y tan lamentable que la tuberculosis no consta como enfermedad distinta de las demás de cada uno de los aparatos orgánicos; de modo que quien quiera hacer una estadística de mortalidad por tuberculosis no tiene otro remedio que ir al registro civil y revisar una á una todas las hojas del período que haya de estudiar, y aun hecho así se encuentran algunas deficiencias con que hay que contar en este caso; desde luego, no consta en las inscripciones la profesión ú ocupación de los fallecidos, dato que sería de mucha importancia etiológica, y además siempre estas estadísticas expresan tan sólo una parte de la verdad, porque realmente no pueden incluirse entre las tuberculosis muchas pneumonías y broncopneumonías, enteritis, gastroenteritis, derrames serosos, septicemias, que en muchos casos son consecuencia de lesiones de naturaleza tuberculosa etc etc., circunstancias que con viene advertir, porque de lo dicho se desprende que el número de defunciones por tuberculosis es mucho mayor del que expresa la estadística que sirve de base á este trabajo.
Hechas estas salvedades y entrando ya de lleno en la exposición de nuestro objeto, resulta: que en los quince años que comprende nuestra estadística han fallecido en Zaragoza de tuberculosis cinco mil nuevecientas cincuenta y siete personas; lo que da un promedio anual de 307,8 defunciones por tuberculosis, que representa el 17 por ciento de la mortalidad general, cifra proporcional que puede elevarse al 20 ó más por 100, si se tiene en cuenta que nuestra estadística expresa números inferiores á la realidad por las razones que anteriormente hemos dicho.
La mortalidad por tuberculosis durante los quince años últimos se ha distribuido de la manera siguiente :
años defs. años defs. años defs.
1885 412 1890 315 1895 506
1886 411 1891 319 1896 416
1887 348 1892 296 1897 488
1888 1893 312 1898 -
1889 301 1894 373 1899 556 +
Estudiando los datos consignados en el precedente cuadro se advierte que en el primer quinquenio el promedio de mortalidad por tuberculosis ha sido de 365,6; en el segundo de 322,6; y en el tercero de 503,2 correspondiendo el máximum de la mortalidad á los dos últimos años.
En el primer quinquenio ningún acontecimiento de patología colectiva se ofrece digno de especial consideración, á no ser el cólera de 1885 que, por ser infección intestinal de marcha agudísima y bien definida, ejerce poca influencia sobre la mortalidad por las demás enfermedades. En el segundo quinquenio (1890-94) la mortalidad por tuberculosis disminuye, siendo esto explicable, aparte de las oscilaciones que siempre ofrecen estos resultados en los distintos años, por el hecho de que en este período tuvo lugar la grande epidemia de gripe de 1890 y siguientes, que sustrajo víctimas á la tuberculosis, porque la gripe es infección que se fija en el aparato respiratorio de preferencia y de todos modos sucumben á esta infección muchos tuberculosos.
Pero lo significativo, lo alarmante es el aumento considerable que ha experimentad o la mortalidad por tuberculosis durante los años 1893-99. Aunque en estos ultimos años han experíidad yá la importación grandísima de vacas tuberculosas, que las rigurosas medidas profilácticas adoptadas en estos últimos años por casi todos los gobiernos de Europa han debido de originar hacia aquellos países que, como el nuestro, no se defienden con ningún medio legal ni particular contra el contagio de esta mortífera enfermedad.
Esta observación, que pertenece á mi amigo el ilustrado profesor dé la Escuela de veterinaria de esta ciudad Sr. Moyano, constituye un elemento etiológico cuya importancia no es posible precisar numéricamente, pero que merece fijar la atención de las autoridades y del gobierno para pensar en poner mano y atajar el daño que á la población española se origina con la espantosa mortalidad que la tuberculosis produce, porque, como antes hemos dicho, no existen datos precisos; pero un cálculo aproximado fundado en una prudente inducción, nos consiente afirmar que en España mueren al año unas cien mil personas de tuberculosis.
FÉLIX CERRADA. (Se continuará).
Cuando dio la Sargantana rienda suelta á su coraje y dirigió á -Monifacio las amenazas y frases que copié al pie de la letra en uno de mis romances, entró un momento á la cuadra á ver á los animales, únicos seres dichosos que no podían quejarse de los malos tratamientos ni del pésimo carácter de aquella vieja gruñona tan poco dócil y amable que sólo estaba contenta cuando reñía con alguien. Pasó como dejo dicho, en la cuadra unos instantes y al ver que se hallaba sola y no tenía á su alcance ningún pariente ni amigo con quien poder desahogarse, decidió salir de casa y unos minutos más tarde afirman los que la vieron que iba por plazas y calles contando, á cuantos hallaba, el referido percance y mascullando entre dientes insultos y atrocidades que no copio en estos versos porque no pueden copiarse. Y ocurrió, que Hevesindo que iba muy serio y muy grave pensando en si habría hecho bien ó mal en conformarse con dejar á Casildica y hacer con Petra las paces, encontró á la Sargantana, la cual le conoció á escape y le llamó desde lejos diciéndole, al acercarse, que se alegraba de verle porque deseaba hablarle.
—¿Qué ocurre? —preguntó el mozo presintiendo una catástrofe.—
—¿Que qué ocurre? ¡Güeña es esa!.., ¡Miá el tonto con lo que sale!...
No paice al vete tan rufo sino que tu no lo sabes!...
¿Has hableo con Monifacio?
—Sí. Ya himos hablao bastante y tó está arreglao.
— De veras?...
— Si no se estorba, así paice.
—Supongo que no habrás sido tan fato ni tan cobarde que no le haigas roto el alma ni haigas dejao que te engañe.
—Engáñame, no siñora.
¡Dios le libre de engáñame, pues si tal cosa supiera, pué ser que lo estozolase!... Lo que hay es, que el probé chico ha llegao á asegurarme
que la Petra me conviene y que él sale risponsable de su honradez y yo, entonces, sastifecho en lo que cabe li he cedido á la Casilda
que es mujer más de su clase y yo hi guelto con la Petra en relaciones formales.
—¡Amos!... ¡Miá el tonto del higo!. ¡Cuidao que eres inorante!... ¡Qué piazo d'ababol!...
Eso que le ocurra á un quinto, pase; pero que le ocurra á un mozo que tié veinte años cabales y que presume de listo y jura que en lo tocante á engaños se pegaría de morradas con su padre, no tié explicación denguna
sino es que tú, al escúchale, thas trastornao del celebro
un meloncio y un cobarde!...
—No me diga usté eso...
como el tonto de Lumpiaque!...
Pro supuesto, apostaría contra un duro cuatro ríales á que si tú, Revesindo,
has llegao á confórmate con que te quite la novia á cambio de que tú cargues
con el pingo de la hermana que es un pingajo mu grande, es porque ties en el cuerpo
horchata en lugar de sangre y como va Monifació vestido con ese traje,
has cogido algo de miedo y no has tuvido caráuter pá icile lo que los hombres icen cuando tién coraje...
¡ja, ja!... ¡Qué risa!...
— Le juro por la salú de mi madre que esté en gloria, que yo nunca le hi tuvido miedo á naide.
—¿De veras?... ¡Ja, ja... Pues hombre, tuviendo tantos arranques
¿cómo has dejao que le pise y que se ría y trate pior que á un trapo?... Guenos morros habrá puesto al engáñate!...
¡Cómo se estará riendo agora, por esas calles, la ladrona de la suegra al ver que por fin se sale con la suja y cae un tonto
que festeje y que se apañe con Petrica ú la peineta
del cuerpo ú como se llame!...
!Fato, más que fato!... Calla!... ¡Si mereces que t'arrastren!... Estás viendo que te llevan
como á un crío de pañales
y l' alegras si te insultan y te ríes si te baten y les güelves las espaldas pa que hagan con tú al istante hombres y perros y chicos
y gatos, lo que les pase por las narices!...
-Abugo, más que abugo!... iSi no vales ni un céntimo gordo!... Si eres
—¡Calla!
— Le juro á usté...
—¡Que te calles, mostillo!... Si no tiés alma ni r otro, pa ir á búscale y empréndete á tozolones con él, hasta que lo mates!
—¿Que no? ¿Que es lo que s'apuesta?:
—Las narices y dos ríales.
—Van. Esta noche á las nueve con el chico del alcalde y otros mozos, le prometo salir de ronda á cántale canciones á Casildica
pa que él se amosque y se enfade y me pegue dos morradas si es que se atreve á pégame.
— ¡A que no!...
—¿Que no? ¡Aunque tenga que ir dos años á la cárcel!...
- Lo veremos.
— Lo veremos.
—Pues adiós.
—Hasta más tarde.
A las nueve de la noche, hora que fijaron antes, Monifacio y sus amigos, chicos todos muy formales, con bandurrias y guitarras iban, juntos, por la calle tocando con maestría la jotica indispensable.
Llevaban un excelente repertorio de cantares, todos ellos dedicados, como pueden figurarse, á la bella Casildica y á sus simpáticos padres.
Frente á casa de la moza llegaron poco más tarde y cuál no fué la sorpresa de todos, al encontrarse con que el sitio que buscaban y que creían vacante,
lo ocupaba Revesindo con el hijo del alcalde, el sobrinico del cura, el nieto del tió Puñales, el cunao del tió Roñoso
Y otros mozos más, los cuales Veron llegar la rondalla de Monifacio y á escape, sin dejar á sus contrarios tiempo para prepararse,
dieron principio á la jota y Revesindo, al instante, cantó la copla siguiente con brío y sin inmutarse:
«Casildica, Casildica venimos ú salúdale. El que le canta le busca pa icite cuatro verdades.» :
Detúvose, sorprendido, \ Monifacio al escucharle, temiendo que aquella bronca tuviera un mal desenlace, y en tanto que discurría el modo de contestarle,
volvió á cantar Revesindo con muchos más bríos que antes:
No temías cuidao, paloma, si es que en la ventana sales, que aquí estoy pa defendete si vienen los gavilanes.»
Y este cantar, Monifacio, lleno de rabia y coraje, parado con sus amigos en la esquina de la calle, Contestó con el que sigue que bien merece copiarse: Hay hombres que paicen hombre. Y risultan animales, pues son como los abrios que lo que les mandan, hacen
Amoscado Revesindo por la alusión indudable que hacía la copla aquella á los consejos y frases dichos por la Sargantana cuando se detuvo á hablarle, cantó la canción que sigue unos minutos más tarde:
«Si hay hombres que son abrios también los hay de otra clase Los hay que paicen valientes y son tontos y cobardes-.»
En cuanto acabo esta copla hizo á sus acompañantes una seña, Monifacio, y todos, dando señales de impaciencia y con deseos de reñir y de vengarse, se acercaron á los otros que estaban poco distantes, y Monifacio, enseguida, cantó sin desconcertarse: *Pa saber si son los hombres valientes ú son cobardes, hay otros procedimientos mejores que el de insultase.»
Y respondió Revesindo con otro de sus cantares:
«Parao estoy hace rato en las piedras de la calle. Quien me busque y no me encuentre es que no querrá enrontrame.»
Y aqui terminó la jota.
¿Cómo? Adivinarlo es fácil. Monifacio y Revesindo ansiosos ya de pegarse, dirigiéronse palabras y sonrisas insultantes y antes que sus compañeros intentaran separarles, se dieron de bofetadas con tanta fuerza y coraje que por narices y boca comenzaron á echar sangre. Los mozos que los veían decidieron imitarles y aunque no había motivos para que ellos se agarrasen, se agarraron en tal forma que unos minutos más tarde no quedó cabeza sana ni cuerpo sin cardenales.
Salieron pidiendo auxilio Casilda, Petra y sus padres; acudieron en seguida, el alguacil y el alcalde y mientras todos, gritando, se esforzaban en calmarles, á catorce ó quince metros del sitio de a catástrofe, estaba la Sargantana feliz, risueña y triunfante diciendo con alegría:
—¡Permita Dios que se maten!
ALBERTO CASAÑAL SHAKERY
Con motibo de la obra ORIGEN DEL REINO DE NAVARRA Y DEL CONDADO DE ARAGÓN por NI. Jaurgain
Interesante en sumo grado ha de ser para los lectores de LA REVISTA DE ARAGÓN la noticia de que se haya publicado una obra notable, fruto de largos años de trabajo, en la que se trata de resolver puntos tan controvertidos, y se pretende haber dado solución á problemas tan importantes.
Mr. Lean de Laurgain es quien ha emprendido semejante tarea, al publicar la primera parte de su obra La Vasconie. Etude historique et critique sur les origines du royaume de Navarre, du duche de Gascugne, des comtes de Comminges, d'Aragón, de Foix, de Bigorre, d'Álava et de Biscaye, de la vicomte de Bearn et du grands fiejs du duche de Gascogne. (1)La obra, según indica el autor en el prólogo, no tendrá menos de cuatro grandes volúmenes; y se comprende que así sea, dada la prolijidad con que se discuten por el autor tantos puntos oscuros de la Edad Media, embrollados por los historiadores generales de los Estados de ambas vertientes del Pirineo y en especial por los genealogistas de los muchos Estados ó casas señoriales.
Si ha conseguido ó no el autor poner fuera de duda todo lo que se ha propuesto aclarar después de largos años de estudio en archivos y bibliotecas, no es nuestro ánimo discutirlo; la parte que nos interesa más especialmente, no está publicada, ya que en el tomo que tenemos á la vista, sólo se trata de un modo directo del Ducado de T'ttíco/2íc,i después de Gascogne, hasta el año 1062, si bien además de tratarse muchas veces por incidencia puntos de nuestra historia de Navarra, Aragón, Cataluña, Vizcaya, Alava y Guipúzcoa, hay un capítulo, el V, que entra de lleno en nuestra historia, como indican sus epígrafes. Ducado de Navarra, genealogías fabulosas de los reyes de Navarra, de Sobrarbe y de Aragón. Origen del reino de Pamplona. Condados de Cominges, de Aragón y de Bigorra, Vizcondados de Bearn y Cloran.
El autor ha tenido á la vista no sólo los autores españoles y franceses que trataron estos puntos en siglos anteriores, sino muchos documentos publicados en Francia durante estos últimos años por los autores que han tratado de historias locales; en la obra se contienen algunos datos referentes á nuestra historia, que es muy probable que conozcan muy pocos; pero, á decir verdad, dudamos que los haya de gran importancia, aunque entre muchos podrán tenerla, si llegan á poner en claro alguno de los muchos puntos que han sido objeto de discusión.
(1) l'n tomo en V. " de V.iS I'n-minr pnrlir.—tv. Imprimerie siéríolypie Garel, me des rdeliers II . J. Kinpeninger, imprimerie, IK'.iS.La Real Academia de la Historia había señalado un premio á la mejor; memoria que se presentase discutiendo con datos nuevos El origen de los reinos pirenaicos; pero por desgracia hubo de declarar desierto el concurso, porque ninguna de las memorias presentadas resultó aceptable: alguna hubo, cuyo autor posee buenos conocimientos y sana crítica en general, pero desconocía por completo trabajos importantes que, si no aclaran puntos nuevos, sirven para comprobar algunos de los muchos que se rozan con la historia árabe: el mismo defecto ó deficiencia se nota en el autor francés y por una especie de fatalidad parece dominar á los escritores de las cosas de los pueblos pirenaicos, como si estos pueblos, que en mi sentir, nunca estuvieron sometidos de un modo permanente al yugo musulmán, renegasen de la luz que su historia puede recibir de los libros musulmanes, siendo así que, si bien hoy sólo pueden servirnos para fijar ciertos jalones que nos orienten; en estos estudios, puede haber esperanzas fundadas de que el descubrimiento ó la adquisición de obras que antes podían suponerse perdidas, nos aclaren; muchos puntos, y en cambio poca esperanza puede haber de que nuevos documentos latinos den mucha luz, aunque alguna esperamos. En obsequio de los navarros y aragoneses que se ocupen en estos estudios, nos proponemos discutir con alguna extensión los hechos de la historia de de Navarra, Aragón y Cataluña, relacionados con la historia árabe, y que en Jaurgain, como en la generalidad de los autores regnícolas, resultan con notables deficiencias, por el desconocimiento de las obras modernas, posteriores á Conde, el cual si en toda nuestra historia árabe ha ejercido funesta influencia, en ninguna tanto como en la de Aragón.
Hace largos años (1) que traté de esto con alguna extensión; pero hoy tengo algunos datos más y se presenta ocasión de discutir puntos especiales: por desgracia no podemos aclarar gran cosa, pues los autores árabes, que en Europa tenemos disponibles, sólo nos proporcionan el poder aclarar alguno que otro punto, sirviendo más para destruir narraciones fantaseadas, por nuestros autores, que para fijar con claridad los hechos, y el primero de que vamos á tratar es de los más fantaseados y más difíciles de rectificar.
Al tratar M. Jaurgain, en la pág. 38, de fijar la descendencia del Conde Eudón, duque de Aquitania, dice que las crónicas permiten identificar con completa seguridad sus cinco hijos en el orden siguiente; Hunaldo, Efatton, Remistan, Lupo y Lampegia.
Prescindiendo de discutir, pues no hace á nuestro objeto, si las pruebas aducidas en favor de la filiación de los cuatro primeros son valederas, fijémonos en la filiación de Lampegia, que se supone, y parece se haya admitido por casi todos, que casó con el moro Munuza, aliado de su padre Eudón.
Todo lo que el autor dice de Lampegia, procede de Isidoro Pacense, de Perreras y de Romey, al menos por las citas del autor, aunque en realidad, lo que dice Romey, y dice el autor, procede de Conde.
Yo creo que la popularidad del nombre de Lampegia es debida á Conde, el cual amplio y puso en boca de los autores árabes las noticias que acerca de Eudón y su hija, casada con Munuza, dio Isidoro Pacense, única autoridad un poco seria que haga mención de una hija de Eudón, sin dar su nombre, que sólo encuentro en una narración disparatada de una guerra de ;
(1) liinriirM Iriihi iinli- In Itcnl Aniileniiii de Historia en la recepción pública de D. Friiiicincaí Coderii y Zaidíu el dia 10 de abril de 1879.
Pipino el Breve contra el rey moro de Zaragoza, narración que parece han despreciado por completo los autores franceses, y con razón en mi sentir, (1) Aunque autores de tanta autoridad para nosotros como Dozy, admiten lo que de Munuza dice Isidoro Pacense, y lo que añaden el Cronicón Albeldense y el de Sebastián de Salamanca, ya en otra ocasión (2) nos permitimos poner en duda tal historia, diciendo «como en los autores francos más notables nada encuentro referente á estos acontecimientos, antes al contrario, indican algunos que la alianza de Eudón fue con un Abderrahman, me hace dudar del dicho del Pacense, sobre cuya autoridad parece que se ha fundado esta historia».
Aunque sin propósito de discutir en el trabajo mencionado las aserciones de Conde referentes á la historia árabe de la Cuenca del Ebro ó Frontera superior, hubimos de condenar sus asertos en proposiciones concretas, que calificábamos de falsas, dudosas ó inexactas, y de lo referente á este punto escribimos en la pág. 37: El caudillo Otsmán ben Abu Niqah andaba en las fronteras de Afranch. No consta en los autores árabes que he visto.
• El amir Al-Haytsam envió á las fronteras de Afranch al caudillo «Otsmán ben Abu Nicah» No consta. «Otsmán ben Abu Nicah es el Munuza de nuestras crónicas». Es muy dudoso, si no falso.
«La identidad de Munuza con Otsmán ben Abu Niqah es admitida por todos menos por Dozy; recientemente la encuentro en un erudito trabajo de Mr. Ernest Mercier sobre La Bataille de Poitiers et les vraies causes du recul de invasión árabe en la Revue historique, Mai-Aout, 1878».
• Mr. Reinaud, en la obra citada, admite la narración de Conde: á pesar de todo me parece evidente que es un error de nuestro autor, admitido sin examen por los posteriores; pues como decimos en la pág. \~, casi todos los autores árabes hacen mención de Aben Abu Nicah años despues, durante el waliazgo de Abul-Jattar».
«Otsmán ben Abu Nicah» se alia con Eudón. De los hechos de nuestro Munuza consta á lo sumo en los autores árabes que «se rebeló y fue vencido.» En virtud de la flaqueza de nuestra memoria, habíamos olvidado lo escrito hace once años, y al estudiar de nuevo la cuestión con motivo de este escrito, no sólo nos confirmamos en nuestras primeras ideas, sino que encontramos injustificado el que Mr. Dozy, por la autoridad de los Cronicones Al beldense y de Sebastián de Salamanca, admitiese que Munuza fuera uno de los cuatro principales jefes bereberes venidos con Táric (3)-, pues aunque al argumento negativo de que nada digan los autores árabes acerca de la categoría de un Munuza entre los bereberes, no se le dé importancia alguna, tampoco la merece el aserto de los tales cronicones en párrafos tan disparatados, en los que se dice muy en serio que en Covadonga mueren 187000 caldeos en dos tandas con su jefe Alcama y el Arzobispo D. Opas, y que retirándose Munuza de Gijón es derrotado y muerto con todos los suyos, además de otras incongruencias: Mr. Dozy no creyó lo de la muerte de Munuza, y observa que murió años después en Cerdaña, y también sospechamos que esto no es verdad, por más que así pueda leerse en Isidoro Pacense.
(1) D. Chesiie, Historiae Francoruní Siriiitores. \. I, pág 78(1.
(2) Discurso citado.
(3) Podría quizá admitirse que lo era el Otsmán ben Abu Nisa, ya que resulta que fué uno de los pricipales bereberes, á quien Abuljatar no pudo consentir que se quedase en Alandalus después del indulto general.
Los autores árabes citados por Dozy, sin que nosotros hayamos encontrado nuevos datos para este punto, sólo dicen que Alhaitsam salió de expedición contra el país de Munuza y lo conquistó en el año 111 (de 5 de Abril de 729 á 25 de Marzo de 730), sin que hagan indicación alguna de que se hubiera rebelado alguien en el país, de modo que parece conquista nueva.
El nombre de Munuza está escrito en los diferentes textos con variantes, y quizá no sea nombre de persona, sino de región; pues no dice que le venciera, ni matara, sino que conquistó el país: ahora bien, ¿es probable que, si Munuza hubiera sido un rebelde de importancia (contra quien el emir hubiera tenido que reunir un ejército atravesando toda la España, le hubiera vencido y muerto, cogiendo prisionera á su mujer se le dedicase una sola línea en la narración. Nótese además que Alhaitsam sólo gobierna durante diez meses del año 111 ó á lo sumo 14 (todo el año 111 y dos meses del 112).
Examinemos el relato de Isidoro Pacense, y como hemos de aplicar en este caso y en varios de los que habremos de discutir, un principio de crítica, que en abstracto creemos admitirán todos, pero que en la práctica no deja de ser peligroso por las dificultades de su recta aplicación, hagamos antes algunas indicaciones.
Es innegable que cuando se conoce bien la índole de un pueblo, pueden rechazarse como inadmisibles ciertos hechos, sin que sean en sí imposibles, aun cuando estén atestiguados por autores que en general están bien informados. A Abderrahr sito de sep
aunque así lo asegurase algún autor antiguo, debería rechazarse tal suposición por incongruente y contraria á las tendencias y aspiraciones de todo musulmán ; sólo en el supuesto de creerle apóstata de la religión musulmana, podríamos admitir en él tal propósito. En muchos casos la incongruencia ó improbabilidad de un hecho no es manifiesta, en especial cuando la historia del personaje, del período ó del reinado es poco conocida; pero siempre resulta que hay narraciones, que sin ser de hechos imposibles en sí, chocan y puede decirse casi con seguridad que aquello es falso, ó al menos que está muy tergiversado: esto nos parece que sucede con algunos de los hechos narrados por Isidoro Pacense y por varias de las Crónicas francas, que habremos de citar. Esto en nada afecta á la respetabilidad del autor, que tiene que admitir muchos hechos narrados por autores en general dignos de crédito, pero que en casos determinados no lo merecen: la credibilidad ó crédito que debe darse á un autor, se refiere de un modo especial á la relación de los hechos contemporáneos; respecto á los tiempos anteriores, todo autor lo toma de otros, y es cuestión de crítica el saber qué cosas se pueden admitir, y cuáles no; nótese además que la crítica es puramente subjetiva: lo que para unos es admisible, á otros parece quizá disparatado: para muchos todo es aceptable si está escrito en letras de molde; en cambio algunos dudan de muchas cosas creídas por todos: hasta dónde hay que llegar en la duda, ésa es la cuestión que tiene que resolver la crítica, analizando las narraciones antiguas. F. Cojíina. (Se continuará).
Con este epígrafe se ha encabezado, en casi todos los numeros anteriores de la REVISTA, una especial sección, en la que se daba sumaria cuenta de los discursos, disertaciones ó trabajos que se leían, pronunciaban ó hacían en los distintos centros de la ciudad fundados con propósito científico.
El título de la sección, á mi ver, se puso acertadamente, atendida la acepción concreta con que suele usarse la palabra "intelectual". Para toda obra humana es menester esfuerzo de inteligencia: hasta la faena más rutinaria, V. gr, la del labrador que nivela sus campos, que traza los surcos con el arado, que dirige sus cultivos, le exige algún trabajo mental; el hombre industrioso que introduce en su país alguna máquina ú organiza talleres; el comerciante que ha de estar alerta para hacer sus negocios, necesitan sagacidad é inteligencia. Sin embargo, nadie llamaría á esas faenas especialmente intelectuales. Este apelativo se reserva de ordinario para los trabajos meramente especulativos, sin aplicación inmediata y práctica á cualquier cosa de interés para el individuo que la ejecuta.
Tampoco debía entrar en la REVISTA la relación de las conferencias ordinarias de los centros que las tienen señaladamente fijas en cuanto á los asuntos y personas, tales como las lecciones de catedráticos y maestros; de ellas todo el mundo puede estar enterado, sin que haya especial razón de novedad que mueva á dar noticia de las mismas.
Este mes, en que han venido á cesar todas esas manifestaciones de labor especulativa, es tiempo oportuno para hacer examen de conciencia. Convendría hacerlo de toda tarea intelectual en sus diversos órdenes; pero nos ceñiremos exclusivamente á hacer algunas reflexiones sobre esos discursos, disertaciones y trabajos de que se ha dado cuenta en la REVISTA.
Hacer la crítica de las prácticas del comerciante no es tan preciso; por que de los aciertos ó equivocaciones que uno de ellos pueda alcanzar ó sufrir, recibe directa y personalmente las consecuencias, buenas ó malas, sirviéndole de estímulo las primeras, ó de escarmiento las segundas. En cambio, puede muy bien suceder que aquellos que se dediquen á trabajos especulativos no aprecien bien las consecuencias de su labor y no lleguen á enterarse de que no sólo en algunas ocasiones pierden el tiempo que emplean en escribir, pronunciar ó leer, sino que lo hacen perder á los que van á escucharles.
Por las notas publicadas en los distintos números de la REVISTA se ve que en Zaragoza hay muchos centros dedicados á tareas especulativas; hay muchas sociedades en las cuales la prueba de su labor científica se muestra particulartnente en los numerosos discursos que se pronuncian ó leen; quiza, quizá haya demasiados.
Hay excesiva tendencia á abrir centros para hablar; y al español no le conviene que le fomenten su propensión natural á ser locuaz y comunicativo. Tenemos fama de ser hombres que sentimos ganas de comunicar ideas e impresiones, antes de haberlas formado ó recibido. No sé hasta qué punto será justa la fama; pero tengo por indudable que la retórica es planta espontánea en nuestras regiones, y no hay necesidad de cultivos especiales para mantenerla; porque hasta en las provincias del norte de España crece y se desarrolla con rapidez y vivacidad.
Es cierto que, comparado un aragonés con un andaluz, aquél resulta muy serio, circunspecto y medido en las palabras; mas lo que tal vez no esté averiguado es si las influencias reinantes en los centros científicos no han igualado en este respecto á todos los intelectuales de la península. Y es una lástima que se extienda con demasiada facilidad ese contagio, por tierras donde la retórica no crecería tan lozana, si no se la abonase y regase artificialmente. Con sólo que reflexionáramos un poquito, moderaríamos el afán oratorio.
Un aragonés insigne, D. Santiago Ramón y Cajal, ha resumido en un notable opusculo (Reglas y consejos sobre investigación biológica y materia que debían tener presente los intelectuales españoles que escriben y hablan, y por ende los de Zaragoza). Según él nadie debería hablar ni escribir sin sujetarse á ciertas exigencias, que pueden formularse del modo siguiente: 1º tener algo nuevo y útil que decir; 2.º decirlo en la forma más clara, metódica y oportuna; y 3.º callarse en cuanto ya se ha dicho lo preciso.
Ese mismo autor, con el gran sentido científico que le distingue, truena contra los discursos encabezados por estas muletillas que parecen inventadas por la pereza: Idea general de... Introducción al estudio de... Consideraciones generales acerca de... etc., etc.: títulos que dan al escritor ú orador la incomparable ventaja de despacharse á su gusto, sin obligarse á tratar á fondo y seriamente ninguna materia.
Quizá estos consejos no agraden á muchos intelectuales que, si tienen muchas vanidades oratorias, suelen ser en cambio muy sobrios en pretensio nes verdaderamente científicas.
Muchos se figuran que decir cosas nuevas es labor muy honda y difícil, reservada por privilegio exclusivo á hombres extraordinarios y monstruosos. Con perdón de estos señores, yo tengo para mí que es relativamente fácil decir cosas apreciables y nuevas; cualquier estudioso que, dejando la rutina imperante en la enseñanza, se fije con algo de atención y cuidado en alguna particular materia, verá que no es cosa del otro jueves decir cosas por todo extremo novísimas.
Supongamos que á un estudiante, de los que se mueven por el afán de distinguirse, le viene el deseo de tratar de alguna materia para lucir sus aptitudes. Hombre joven, galante, de concepción rápida y facundia bien probada, si se ve en el caso de dirigirse á numeroso público, es casi seguro que le ocurrirá tratar de un tema general, por ejemplo, La mujer. No hay duda, este asunto es apropósito para hacer períodos sonoros y brillantes, sobre todo si se formula del modo siguiente: La mujer en las distintas civilizaciones del mundo.
Enunciado así, parece, teóricamente, adecuado para desplegar retórica, ingenio, erudición y galantería. Pero, en la realidad, mirándolo bien, tiene que resultar una de dos cosas: ó un conjunto de trozos sacados de varios libros, para ensartarlos uno tras otro, como cuentas de un rosario, ó ha de ser un montón de puras necedades.
¿Decir cosas nuevas de la mujer en general? ¡Cuidado si es difícil! Lo fácil es decir disparates nuevos acerca de materia en que ya no es menester que se digan más, porque se han dicho innumerables, si no infinitos.
¿Y cómo se podrán decir cosas nuevas de la mujer? Nada más hacedero: comenzando como la lógica natural aconseja que se comienze el estudio: antes de llegar á conocer la mujer en general, es preciso estudiar la mujer en particular.
Ese mismo estudiante, si es algo listo, podría expresar ideas propias, personales y nuevas acerca de la mujer. Díganme si no: ¿qué autor antiguo ni moderno ha tratado de las primas ó de las hermanas ó de la madre de ese estudiante? Es seguro que ni Aristóteles, ni Santo Tomás, sabiendo tanto, debieron tratar de esa materia. Pues bien, que estudie á esas mujeres y que trate de ellas.
¿Que no quiere hablar de interioridades de su familia? Pues que estudie con atención las mujeres del pueblo donde vive ¿Que no interesa eso? No es verdad. Hágalo bien y puede estar seguro de que interesará esa materia mucho más que la mujer en general.
Ahora, una vez conocidas las de su pueblo, ese estudiante podría ensanchar el horizonte de sus estudios, haciéndolo de las mujeres de su provincia, de su nación, de las de Europa, América, etc. Entonces ya podría decir cosas nuevas é interesentes acerca de la mujer en la civilización actual; y cuando estuviera adelantado en ese estudio, podría investigar la condición de la mujer en los tiempos pasados; y sólo cuando, por virtud de observación propia, análisis minucioso y entero de los diferentes tipos de razas y tiempos, las conociera en conjunto, podrá permitirse el lujo de generalizar acerca de «La mujer» con todos los epítetos que quiera.
La rutina, sin embargo, se inclina á creer muy fácil el tratar de la mujer en general, antes de observar siquiera las mujeres de su mismo país; por virtud de ciertos hábitos mentales adquiridos con los malos métodos de enseñanza que dominan en las escuelas, acaban muchos por admitir como axioma esta fórmula matemática: cero más cero, más cero, más cero, es igual á una cantidad positiva muy elevada. ¿No es cosa necia figurarse que sin conocimiento serio y formal de un solo particular individuo, pueda alcanzarse el de toda la especie en general? ¿Cómo es posible que se digan cosas razonables y discretas de la mujer en las distintas civilizaciones del mundo, el que no ha pensado enterarse siquiera de lo que son las mujeres de su pueblo?
Se me dirá, sin embargo, que el que la gente joven pronuncie discursos, no es porque presuman de decir cosas muy buenas, sino que lo hacen como ejercicio necesario para soltarse á hablar: los futuros abogados, la juventud bullidora que trabaja por estar en condiciones para intervenir el día de mañana en la cosa pública, es menester que adquiera la práctica que piden ciertos oficios. Así lo recomiendan doctores y maestros. Por tal consideración deben sostenerse en esas sociedades los discursos y disertaciones, aun cuando no haya nada nuevo útil que decir.
Pues, con perdón de los doctores, me parece funesto ese ejercicio. Eso es acostumbrar á nuestra juventud á hablar de lo que todavía no entiende, ó á repetir como fonógrafos; aprendiendo ese oficio en la adolescencia, difícilmente ha de desarraigarse en la edad viril, ni menos en la vejez. Los malos resabios, duran toda la vida. Ningún oficio del mundo pide que se acostumbre el que lo ha de ejercer, á ejercerlo mal.
No es Zaragoza la ciudad más plagada de ese género de enfermedades oratorias, pues se observa, con gran regocijo de mi parte, que se dan en varios centros hermosas y útiles conferencias; pero hay que confesar que aun menudean con bastante repetición los discursos de oradores que usan de la retórica, como de una gimnasia, para acostumbrarse á tratar de cosas que no entienden.
El signo más claro de que se discursea de modo excesivo está en la falta de oyentes que se nota en casi todas las sesiones, Algunos echan la culpa al público que no asiste, tachándole de necio y hasta de embrutecido en las cosas materiales y que no gusta de los sabrosos frutos de la inteligencia; pero ¿allá en sus adentros no les ha ocurrido jamás la duda de si esa ausencia puede ser oportuno correctivo para los oradores de continuo chorro? Cuando alguno de nuestros más distinguidos literatos lee composiciones suyas en alguna parte, observase que el público acude, como acude á toda conferencia, anunciada convenientemente, que prometa atractivo ó enseñanza.
No digo yo que alguna vez no cometa el público alguna injusticia aislada; pero, aun entonces, hay que investigar si se debe á escarmientos que sufrió con los malos discursistas; y tal vez se compense con la paciencia con que sufre á los que á veces le han engañado.
Después de todo, para desarrollar ciertos temas, como el que vi enunciado en cierta ocasión (La pesca de caña y su influencia en el progreso de la humanidad), vale más callarse y seguir estudiando. Esto es lo prudente y útil para el disertante y para el público.
JULIAN RIVERA.
Las Facultades de Letras de las Universidades del mediodía de Francia Aix, Burdeos, Montpeller y Tolosa, publican una Revista trimestral titulada Bulletin Hispanique, en que se insertan muy apreciables trabajos referentes a historia y literatura españolas: en él colaboran de un modo constante los beneméritos e insignes hispanófilos señores Merimeé y Morel Fatio.
En el fascículo correspondiente al segundo trimestre del presente año aparece un artículo dando noticia de un fuero de D. Alfonso el Batallador, que recientemente ha aparecido en Anvers; dicho documento fué encontrado por Mr. Alberto Dastugue en una colección de manuscritos pertenecientes al siglo xvi i propiedad de Mr. Ch. Raes.
Este fuero, concedido á los pobladores de Piedrafita, no se cita ni en el Catálogo de la Colección de Fueros y Cartas pueblas de España, publicado por la Real Academia de la Historia, ni en la Colección de Fueros y Cartas pueblas de Muñoz Romero; el señor Menéndez Pidal indica que la existencia de este fuero se induce de la cita que de él se hace en el fuero de Cerezo, que publicó Llórente en su obra Noticia histórica de las tres provincias vascongadas, pero el texto del fuero de Piedrafita era desconocido.
La importancia de este documento —verdadero tipo de los fueros de frontera el ser dado por D. Alfonso el Batallador- nos mueven á publicarlo tomándolo de dicho Bulletin. Dice así el fuero:
• SubCbristi nomine et individué trinitatis, Patris et Filii et Spiritus »Sancti, Amen.
Ego Aldefonsus Dei gratia Aragonensium et Pampilonensium
• rex, imperator Hispanie , cum consensu potestatibus et viribus meis, fació
»hanc cartam donacionis, simul et ingenuitatis ad vos totos homines de Pe -
• trafita, a todos varones, mulleres, maiores, et minores; placuit mihi libenti
• animo propter serviría que mihi fecistis, dono et concedo vobis tales foros.
• Populatores de Petrafita habeant judices sex, et illi nullam faciant fa -
• cenderam; et viduae neminem in hospitio cogantur recipere.
Quales habuerint in illa villa, non corra (?) ínter vos homicidio, nec rosso, nec maneria,
• ñeque detis fossadam. Die martis habeatis vestro mercato, et de anno in anno
• feriam habeatis in diebus sancti Martini. Homo de villa, si pro aliqua causa
• super se seniorem advocaverit, perdat suas casas et ñeque homines de villa
• non respondeant illi. ñeque maiores, ñeque minores, ñeque miles, ñeque
• intanron. Et non faciabis(i)bellum, duelum inter vos, nisi ambobus placuerit,
(1) FacialU ?
• ñeque cum hominibus de loras, nisi hominum de illa villa volúntate. Quoce
• nullus ausus sit infra istos términos pignora faceré, nec comes, nec miles,.
• nec sagio, nec infancon. Et homines de Petrafita de uno anno adelant ven-
• dant suam casam et suam hereditatem et vadant ubi voluerint. Concedo
• etiam quod nullus audeat illam villam pignorare, vel homicidium faceré,
• nec suum inimicu m persequi. Qui merinum interfecerit, regi non pectet,
• inisi singulas calumnias. Nullus de vobis qui fidiatores potuerit daré, non
• fiat piesus nec in carcerem missus. Non habeatis super vos forum malumde ;
• sajonia, nec de anubda, nec de manneria, nec nulli alii. Vicinos de Petrafita
• non vadant ad fossato usque ad sextum annum. Et quicumque venerit ad
• populare , non respondat nec pro homicidio nec pro furto, nec pro rauso,.
• sed non faciat vicinis malu m temerario ausu. Qui alium percutierit, et !
• heridam gravem ron fecerit, pectet cui percutierit quinqué solidos. Et si
• hom o aliquam tnulierem forciaverit, pectet illi solidos ce. Mando etiam
• quod nullus audeat inimico suo malum faceie; et si fecerit, nullus homo de
• Petrafita respondeat illi. Non pectent omicidium pro homo mortus, qui
• fiierit ibi inventos, nisi ipsi populatores si alicuius de eis occiderit alius
• populator. Et si pignoraveritis nuUo hom o capa, vel manto ñeque alios
• plenos a torto pectet V solidos et alio medio. Si aliquis homo cum aliqua
• femina excepta maritata fornicationem fecissit, non calomniam pectet. «Signum Regis Adefonsi.
• Facía carta die iii (1) feria, xii kalendas octobres, era MCLXX, regnante
• me Aldefonso Dei gratia rex in Aragone et in Pampilona et in Castella et in
• Suprarbi et in Riparcunta, Arnoldus episcopo in Hosca, Garcia in Caesaraugusta, Sanctio in Pampilona, Michael in Taragono (i), Petro in Roda.
• Come s Garcia López testis. Comes Lope Scemenoz testis. Comes Azenar
• Garce s testis; comes Fortun Lopiz confirmat; comes Lope Garces confirmar;
• et multi alii hic roboraverunt.
Digna de elogio es la atención que las Universidades del Mediodía de Francia prestan á nuestra historia aragonesa, que contrasta con el escaso celo y descuido con que aquí la miramos; sirvan estas noticias para estímulo de los pocos que gustan de estos estudios y muévanlos á trabajar en ellos. K. I.
(1) Tarazona, según corrije el señor Morel-Falio E. I.
Gentil caballero.—Novela escrita por D. José M. Matheu y Aybar, I vol. Madrid, 1900.
De todos los escritores aragoneses que cultivan el dificil género novelesco, es el Sr. Matheu el que con más constancia á él se dedica y el que ha producido obras de mayor empeño. Hay en el Sr. Matheu verdaderamente madera de novelista, pues reúne la mayor parte de las condiciones que, á mi modo de ver, ese oficio requiere: el Sr. Matheu tiene espíritu observador del natural; sabe aplicarlo y observa bien; casa los tipos y expone el fruto de sus observaciones en lenguaje claro, sencillo y congruente con el personaje que desea pintar. No es poco todo lo dicho; no suele además encontrarse en muchos de los que á escribir novelas se dedican.
Todas estas cualidades aparecen en Gentil caballero. Hay en esta novela tipos tan reales y bien observados como el de Mariani, el señorito juerguista dedicado á la bicicleta, inútil para toda labor seria; que pasa su vida entregado al vicio, teniéndolo como ocupación ordinaria, y no sintiendo por ello remordimiento, sino, antes bien, tomándolo como fórmula corriente de la vida. Delfina, la protagonista, ya es tipo que no gusta tanto. Matheu quiso pintar una señorita de clase media, madrileña, pero de esa clase media constituida por una semi aristocracia de elevados funcionarios que desea imitar las costumbres y modo de vivir de la alta aristocracia; criada en un medio desprovisto de sentido moral; que, careciendo de verdadera educación á pesar de las institutrices francesas, y acaso por causa de ellas), cede ante la tentación de Mariani, y después de probar las amarguras y desengaños que la vida real ofrece, cae en brazos de Florencio, el gentil caballero (á quien antes desdeñó para marido), en virtud de una evolución que no acierta el lector á ver muy clara en la novela.
Junto á estos tipos figuran algunos muy bien tomados del natural, v. gr., los dos hermanos Fernández Pacheco, Angeles y D.ª Luisa. Donde el Sr. Matheu no ha estado tan acertado, á nuestro juicio, es en la pintura del protagonista: Florencio, el gentil caballero, es una creación muy rara y hasta no sé si decir absurda: yo no concibo como, enamorado de Delfina, después de huir ésta con su novio de la casa paterna, sigue frecuentando el trato de la familia Fernández Pacheco como si nada hubiese ocurrido. Esto no suele suceder en la vida real y, si alguna vez acontece, es tan extraordinario, que no cabe tomarlo como acción que sintetize una faceta del modo de obrar los seres humanos, es decir no es materia novelable. Creo que el Sr. Matheu, que posee las excelentes condiciones literarias antes apuntadas, descuida un poquito el arte de disponer la trama de sus novelas y el de apurar, valga la frase, el objetivo ó tesis que se propuso al escribirla; como diría Juanito Mariani, no remata. Parece desprenderse de la lectura de su última obra que en ella quiso pintar las consecuencias funestas de esa educación de la mujer que se llama de buen tono, y que no es otra cosa que una colección de fórmulas aparatosas y vacías para vivir en sociedad, bajo cuya superficie, á veces brillante, no existen verdaderas reglas que formen un carácter laborioso, honrado y útil. Si tal ha sido su propósito, está sólo conseguido á medias: lo que ocurre á Delfina puede sucederle á quien viva en medio muy distinto; yo no veo lógica y necesaria relación entre las premisas y la consecuencia.
También sería de desear que el Sr. Matheu no rindiese culto á esa dirección reinante en nuestra literatura, que exije un poquito de mostaza en todos los platos: aquella escena de la fo^ida de Burgos es un tantico escabrosa y hubiera podido evitarse, sin detrimento de la acción de la novela, tan sólo con que el tren llegase unas horas antes. El Sr. Matheu aunque vive entregado, con mucho honor para su persona, á los trabajos de pluma no es, afortunadamente para él, de los que tienen que vivir de la pluma, y puede permitirse el gusto soberano de escribir como él quiera y no como quieran los demás. Creo que al Sr. Matheu no habrán de desagradarle las anteriores reflexiones y aun juzgo que las preferirá á esos bombos incondicionales que constituyen en la mayoría de los casos la labor de nuestros críticos literarios; desearíamos que fuera sin contradicción no sólo el mas fecundo de los novelistas aragoneses, sino astro de primera magnitud en las letras españolas; y pueds serlo.
Leyendo las obras del Sr. Matheu y apreciando sus buenas condiciones de novelista, muchas veces he lamentado que la vida cortesana le aparte de cultivar nuestra novela regional, que está pidiendo á gritos un cultivador de sus condiciones. Mucho me holgaría de que, para respirar los aires de la tierra, alguna vez estuviese entre nosotros y, fruto de estos viajes, fueran novelas arrancadas de nuestro pueblo, cantera inexplotada. donde tantas fuentes de inspiración seguramente habría de encontrar un observador tan sagaz y un literato de su temple.
E. I.
Examen de Revistas
Boletín de la Real Academia de la Historía. —Madrid. Abril.— Los Sres Fita y Llabrés continúan la publicación de documentos referentes á los judíos mallorquines: Los documentos publicados en el fascículo de este mes pertenecen á los reinados de Pedro IV y D. Juan I de Aragón.
Mohámed Atauil, Rey moro de Huesca: el Boletín inserta este artículo de nuestro querido amigo y colaborador D. Francisco Codera, que se publicó en el número del mes de Marzo en nuestra REVISTA. Da noticia de que se ha terminado la impresión del tercer volumen de las Cortes de Cataluña que edita la Real.Academia de la Historia: comprende este volumen desde iÍbR
Mayo.—Continúan los Sres. Fita y Llabres la publicación de documentos referentes á los judíos mallorquines. Los documentos dan noticia de sucesos ocurridos desde 1360 á 1373. Bajo el título de «Monografías históricas dc Cataluña», presenta el Sr. Goder a un informe en que analiza varias obras remitidas á la Academia; las principales son: «Lo Castell Bisbal del Llobregat» del Sr. Carreras y Cardí y la titulada «Investigación histórica sobre el vizcondado de Castellbó», por el Sr. Miret y Sans. Aunque estudian dichos autores temas de historia regional de Cataluña, se relacionan estos estudios con los de historia de Aragón y aun con la general de España. El Sr. Codera elogia el trabajo del Sr. Miret, quien ha visitado los archivos franceses del Mediodía, encontrando datos que aclaran la historia de la reconquista pirenaica. Este mismo señor prepara una «Historia del Condado de Pallars». Estos estudios monográficos han de constituirla base firme sobre la que haya de edificarse algún día la historia de España.
Junio.—Continúan los Sres. Fita y Llabrés la publicación de los documentos referentes á los judíos mallorquines desde 1380 á 1390; pertenecen los documentos á los reinados de Pedro IV y Juán 1 de Aragón.
Boletín de la Sociedad Arqueologfica Lallana. Palma.
—Mayo. 1). Enrique Fajarnés publica un documento tomado del «Libro de Reales Cédulas y nombramientos de Capitanes generales» de Mallorca, folio 333, vuelto; en dicho documento se ordena que se respeten en Mallorca los privilegios concedidos á los que pedían limosna en aquel Reyno para la Iglesia del Pilar de Zaragoza, y dice así:
«El Rey.— Spectable D. Rodrigo de Borja Lanzol, mi Lugarteniente y Capitán General. Por parte de la Santa Iglesia del Pilar, primera y actual Catedral de Zaragoza, se me ha representado que los Señores Reyés mis antecesores le concedieron privilegios para pedir limosna en los Reynos de la Corona de Aragón y islas adiacentes, eximiendo á los Collectores de la limosna de soldados, peajes, pontaje y oficios de Universidad, y que sin embargo de hauerlos yo confirmado el año de 1357 tuve entendido que en ese Reyno no se han observado, de que se sigue el haver cessado casi la limosna que en él se hacía, y me suplica sea servido ordenaros pongáis mucho cuydado en que se observen los referidos privilegios. Y porque lo he tenido por bien os encargo y mando que deis las órdenes que conbengan para que se guarden á esa Santa Iglesia en la conformidad que la estan concedidos, que para este caso tan solamente derogo en virtud de la presente todas las órdenes que huviese en contrario, quedando para los demás en su fuerza y eficacia y valor, que en ello seré servido. Datt. en Aranjuez á XX de Abril M.D.CIXV. yo el Rey= Al Spectable D. Rodrigo de Borja Lanzol mi Lugarteniente y Capitán General en mi Reyno de Mallorca.»
Bulletin Hispanitine, Bordeaux. núm. 2.º, Avril-Juin 1900. Inserta el fuero de Piedrafita otorgado por D. Adfonso el Batallador que publicamos en otro lugar de la REVISTA.
En la sección de Bibliografía examina la Biografía o estudio crítico de Jáuregui del escritor aragonés Sr. D. José Jordán de Urríes y Azara, á la que tributa calurosos elogios, da noticia del interés con que espera la publicación del libro del Sr. Baselga y Ramírez Por los ribazos, cónfiando en que endrá «algún sabor de la tierruca... aragonesa»; alaba como bonito el Cuento baturro del Sr. Casañal Shakery que se publico en la REVISTA DE ARAGÓN; y muestra haberse fijado atentamente en los Cuentos infantiles de nuestro querido amigo y colaborador constante Sr. Z.
Juegos Florales.—Con asistencia de buen número de representantes de las entidades invitadas, se constituyó bajo la presidencia del alcalde Sr. Laguna, el día 9 de este mes, el Consistorio de los Juegos florales.
En la sesión en que dicha constitución tuvo lugar, el vicepresidente del Ateneo Sr. Cerrada dio cuenta de los trabajos realizados por la comisión organizadora formada por el Ateneo: dichos trabajos merecieron la aprobación unánime de los consistoriales y un voto de gracias, que para la comisión pidió y obtuvo el señor alcalde.
Según manifestó el Sr. Cerrada, el lirerato invitado á presidir la fiesta será el Iíxcmo. Sr. D. Víctor Halaguer.
Se nombró el cuerpo de Mantenedores formado de los Sres. D. Florencio Jardiel, D. Mariano de Paño, D. Manuel Castillón, D. Eduardo Cassá, Sr. Lizaso, D. Clemente Herranz y D. Eduardo Ibarra.
Reunidos dichos señores han designado Presidente á D. Mariano de Paño; Tesorero, á D. Florencio Jardiel; y Secretario, á D. Clemente Herranz.
A los temas y premios anunciados en el cartel que publicamos en nuestro número correspondiente al mes de junio, hay que agregar los siguientes:
Los ARGENSOLA; LUGAR QUE OCUPAN Y SIGNIFICACIÓN QUE TIENEN EN LA HISTORIA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA.—(Estudio en prosa).
Premio. (De S. M. la Reina Regente).—La medalla de oro.
POESÍA EN LENGUA CASTELLANA CON LIBERTAD DE METRO, RIMA Y EXTENSIÓN, Y ASUNTO SEA LA FRATERNIDAD DE ALEMANIA Y ESPAÑA POR LA FIESTA DE LA POESÍA Y DE LAS FLORES.
Premio. (Del Excmo. Sr. D. Juan Faslenraht, ciudadano de Colonia en Alemania).— Una pluma de oro. con especial dedicatoria.
Los trabajos que concurran á estos premios quedarán sujetos á las condiciones generales del cartel publicado.
Adhesión.—El popular periódico Heraldo de Aragón propone que se instituya la fiesta del árbol. Aplaudimos la idea en la confianza de que, al llevarse á efecto, se tomarán todas las precauciones necesarias para que corresponda á los levantados propósitos de los iniciadores.Correspondencia administrativa Teruel, S. 1)., recibido importe de su succricion.- Caja ceHe . M.U. , id. id— .\lniudé>ar > L. C , id. id— .nadvid , J. M. M., id. id.— Kibar , V. C. G., id. id.— Madrid , A. K. id. id.—.MonKwi » A. S. id. id .
Tip. de Comas hermanos, Pilar, 1—Zaragoz aTítulo: Revista de Aragón
Autor: Revista de Aragón (Zaragoza)
Editor: Revista de Aragón
Fecha de publicación: 1900-1905
Descripción: Fundada y codirigida por el catedrático valenciano y patriarca del arabismo español Julián Ribera y Tarragó (1858-1934) y el historiador zaragozano Eduardo Ibarra y Rodríguez (1866-1944) cuando coincidieron en la Facultad de Letras de la Universidad de Zaragoza. Aparece su primer número en enero de 1900 y ha sido considerada como una de las publicaciones más notorias de principios del siglo veinte, cuyo prestigió creció a nivel nacional y entre los hispanistas en el campo internacional. En ella confluyeron los temas eruditos y de investigación y los de crítica literaria, social y política, todo ello animado por un regeneracionismo conservador de corte universitario y un regionalismo moderado, pues en ella converge un destacado número de profesores y especialistas, a la vez que en su artículo de presentación se señalará en su dimensión regionalista que “para amar a una región no es preciso odiar ni ofender a nadie”. La publicación fue analizada por José-Carlos Mainer Baqué en su obra Regionalismo, burguesía y cultura (1982), de la que señala que apareció “con el impulso económico de la alta burguesía local”.
Será una revista con periodicidad mensual, publicando una sola entrega para los meses de julio a septiembre, al principio de 32 páginas, que muy pronto irá aumentando hasta superar ampliamente el centenar en algunas entregas, y que en contadas ocasiones insertará algunos fotograbados. Su paginación será continuada formando tomos anuales, que en los números de diciembre incluirá, al final, índices arreglados por orden alfabético de autores.
A partir de 1902 sus contenidos son formalmente estructurados en secciones. La de Historia estuvo a cargo del propio Ibarra y Rafael Altamira (1866-1951), y la de Filosofía, a cargo del profesor del Seminario de Zaragoza Alberto Gómez Izquierdo (1870-1930), que utilizará el seudónimo Dr. Grafilinks, y del también clérigo y arabista Miguel Asín Palacios (1871-1944). Al año siguiente, se sumará la sección de Arte, a cargo del crítico José Valenzuela La Rosa (1878-1957); y en 1904, la de Pedagogía, con textos del propio Ribera, y la de Filología e historia literaria, a cargo de Ramón Menéndez Pidal (1869-1968). También cuenta con una sección General, que llegará a tener paginación e índices anuales propios, en la que se incluyen textos de arte a cargo de Elías Tormo (1869-1957) y Vicente Lampérez y Romea (1861-1923); de política internacional, con artículos de Gabriel Maura Gamazo (1879-1963), o una sección varia, con textos del ya citado Ribera, considerado alma de la revista.
La publicación se había propuesto no privarse de tratar ninguna materia y sumará a sus páginas otros textos sobre ciencias, medicina, industria, comercio o agricultura, y sobre acontecimientos políticos, y aunque Ibarra, que utilizó los seudónimos Dr. Bráyer, Anacleto Rodríguez y, probablemente, Un Maestro de Escuela y la inicial Z (para escribir unos cuentos), firmaba una Crónica regional y se enmarcaba ideológicamente en el conservadurismo maurista, la revista se propuso también no “servir” ni a partido ni gobierno concreto alguno. En el plano religioso, se declaró nítidamente católica, pero tolerante.
Dispuso al principio de una sección de Intereses materiales y otra bajo el epígrafe Movimiento intelectual y, más adelante, una de Bibliografía y literatura moderna, que estuvo a cargo de Eduardo Gómez de Baquero (1866-1929), conocido por su seudónimo Andrenio, hasta que dimitió, y que contó también con el trabajo de Ramón Domingo Perés (1863-1956).
Su nómina de colaboradores, sumando los ya citados, fue amplísima y a ella hay que añadir al futuro catedrático de Derecho Canónico afín también al maurismo Juan Moneva y Puyol (1871-1951); al abogado y sociólogo de tendencia demócrata-cristiana Severino Aznar (1870-1959), que fue su revistero teatral además de tener la sección fija Hojas sueltas, en la que expuso su pensamiento social católico; al único socialdemócrata de la revista afiliado al PSOE, el obrero tipógrafo prietista Isidoro Achón Gallifa (1869-1941), que escribirá sobre cuestiones obreras y sociales en la sección General; al notario Luis María López Allué (1861-1928); al político Juan Blas y Ubide (1852-1923), a los abogados Rafael Pamplona Escudero (1865-1929) y Marceliano Isábal (1845-1931), al médico Vicente Gómez Salvo (1862-1937) o a Mariano Baselga (1865-1938). Resalta también en sus páginas, la serie que publica Santiago Ramón y Cajal bajo el título Recuerdos de mi vida; aunque del autor aragonés más notorio entonces, Joaquín Costa, sólo aparecerá un artículo, en la entrega de julio-septiembre de 1902, sobre dialectos aragoneses.
El estudio de Mainer destaca que los temas preferentes de la revista son los de investigación universitaria, principalmente los innumerables trabajos eruditos de Gómez Izquierdo y del grupo arabista formado por Ribera, Asín Palacios y Francisco Codera (1836-1917); y secundariamente los que tendrán como objeto afianzar una conciencia cultural regionalista. Para ello se producirá una fusión entre la investigación histórica y el regionalismo, y en este sentido son también extraordinariamente abundantes los temas aragoneses, con trabajos de Ibarra, como su trabajo sobre los estudios históricos de Aragón, de Asín Palacios y Giménez Soler, además de los de Mariano de Pano (1847-1948), Francisco Aznar Navarro (1878-1927) o Eugenio Salarrullana (1864-1920), sobre documentos de historia del reino de Aragón, así como los de Carlos Riba (1872-1949), Francisco Aguado Arnal o del citado Codera. Como apelación a la conciencia del pasado regional, desde la revista también se impulsó la participación en el III Congreso Histórico de la Corona de Aragón, que se celebrará en Valencia en 1907.
Al tema regional se añaden los artículos de viajes de Pano y Moneva, las excursiones pirenaicas y aragonesas de Vicente Castán y del jesuita Longinos Navás (1858-1938), respectivamente; los trabajos de catalogación monumental de Pano, o los textos sobre arte del citado pintor modernista José Valenzuela Larosa.
Además, desde sus páginas se intentó también edificar una literatura regional aragonesa, a través de textos de creación narrativa en los que intervienen los citados Baselga, López Allué, Blas y Ubide, así como los del militar Leandro Mariscal y el abogado José María Matheu (1847-1929), Alberto Casañal (1874-1943), Eduardo Ruiz de Velasco. A ellos se añadirán los cantares baturros, de Gregorio García-Arista (1866-1946), y las coplas festivas de Sixto Celorrio (1870-1924).
Revista de Aragón publicó su última entrega en diciembre de 1905. En febrero de 1906, Ribera, que había sido trasladado a la Universidad Central, e Ibarra, que todavía permanecerá algunos años más en la de Zaragoza, la continuarán pero bajo el título Cultura española, impresa en Madrid. Véase esta publicación también en la Hemeroteca Digital de la BNE.
Enlaces: Acceso al texto completo en la Hemeroteca Digital
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