El Santo Grial en Aragón. Historia y leyenda.

El Santo Grial en Aragón. Historia y leyenda.

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Autor: Francisco Javier Mendivil Navarro Fecha: 19 de octubre de 2023 última revisión

Es conveniente principiar definiendo bien los términos.
Los iniciados en la materia, como son los músicos profesionales y todos los aficionados a la música - que es lo mismo que decir "los wagneristas" -, y la gran masa de lectores de periódicos que leen algo más que las noticias de crímenes y deportes, no necesitan explicación previa para darse cuenta del asunto; pero suponiendo que puede haber quien lo ignore por completo o quien sólo tenga de él muy rudimentarias o falsas nociones, para éstos va la presente introducción, a fin de facilitarles la inteligencia de lo que ha de venir.

Si es o no de actualidad esta materia y si es oportuno el tratarla con alguna extensión, el lector lo juzgará cuando sepa que hay un empeño tenaz en arrebatarle a Aragón la gloria de haber poseído el Santo Cáliz y de haber dado el motivo de las leyendas del Santo Grial, tan admirablemente enaltecida en la asombrosa creación wagneriana.

Los aragoneses, más que ningún otro español, podemos apropiarnos una frase célebre de Goethe en Hermann y Dorotea, citada por algunos escritores modernos a este respecto: "ESTO ES NUESTRO! ASI HAY QUE DECIRLO Y ASI HAY QUE SOSTENERLO!"

Bien merecía esta altísima causa un mantenedor más brillante que el actual; pero, mientras no arrecie el ataque, es bastante con que este modesto centinela dé la voz de alerta para que los de casa se aperciban a mayor defensa, si fuera necesaria, y para que los adversarios entiendan que no se han metido en un terreno abandonado donde se puede maniobrar tranquilamente a capricho.

Santo Grial de la Catedral de Valencia

Con el nombre de SANTO GRIAL se designa, a través de los siglos y de las historias y leyendas, el Sagrado Cáliz que empleó nuestro Redentor en la última cena con sus Apóstoles, para consagrar y darles a beber en él el Vino Eucarístico, o sea su preciosísima Sangre; en el mismo adorable Vaso recibió el día siguiente la que caía de las heridas de Jesús en la Cruz su fiel discípulo José de Arimatea, y puso la que recogió coagulada al lavar el Sagrado Cuerpo para ponerlo en el Sepulcro, según varias tradiciones; y, por fin, este preclaro Cáliz fué el objeto de multitud de fantasías novelescas y romances de los Libros de Caballerías, unido constantemente a los de la Tabla Redonda en Inglaterra, pasando a Francia y Alemania con su héroe Perceval o Paezival en los siglos XII y XIII, popularizado en España en el XV con el libro titulado "La Demanda (conquista) del Santo Grial", en el XVI en el "Lanzarote del Lago" donde se llama Santo Greal, y en estos últimos tiempos conocido universalmente por el Santo Gral o Graal en la ópera Parsifal, del más grande de los músicos modernos.

Puesto que el objeto es el mismo en todas las naciones, no creo que sea cuestión esencial lo de los nombres que se le dan en las diversas lenguas y en distintas épocas; pero es bueno no desconocerlos. Los ingleses lo escriben The San Grëal, Holy Grail, Sangreal, Sank Ryal y Holy Graál; en francés antiguo Sanct Graal y en el moderno Saint Graal; los alemanes Gral y Graal, y alguna vez Grâl y Grail; en italiano San Graal; en portugués moderno Santo Graall, antiguamente Gral; en catalán (en una traducción de la italiana "Inchiesta del San Graal") se dice Grasal, en el catalán literario de última hora (Monserrat, 1922) lo llaman Sant Groal, y en nuestros clásicos "La Demanda" y "Lanzarote" se nombra Grial y Greal respectivamente.

Aunque por la celebridad de la ópera de Wagner se le llamará ya siempre y en todo el mundo Gral o Graal, me parece que nosotros debemos conservar el nombre español de GRIAL con el cual lo llama "La Demanda" y lo cita Cervantes en su "Ingenioso Hidalgo". A estos precedentes debe sumarse la razón eufónica, por cuya virtud se ha ido deshaciendo la cacofonia de las dos aa primitivas etimólogicamente, suprimiendo una de ellas o substituyendola por otra vocal.

Según la opinión de casi todos los críticos, parece cierto que las voces españolas grial, greal y gral proceden de la misma raíz gradális o gratális, que en bajo latín significa vaso: etimología que conviene perfectamente a los nombres derivados y al objeto de que se trata.
en castellano antiguo se llama grial o greal y en portugués y gallego gral, como vamos a ver, un utensilio de cocina que corresponde al almirez o al mortero de madera para preparar las salsas, pero no al vaso de beber. (Tal forma tiene, en efecto, la copa del Santo Cáliz).

Recuerda Bonilla unos versos del Arcipreste de Hita (1290-1379) en los cuales se ve el rigor con que se observaba la abstinencia de carnes en Cuaresma, pues la dueña de la casa hace limpiar todos los objetos de la cocina que hubieran servido para grasas:

"Escudillas, sartenes, tinajas e calderas
Cañadas e barriles, todas cosas caseras,
Todo lo fizo a las sus lavanderas,
Espetos e griales, ollas e coberteras".

En el Cartulario de Silos de Mr. Férotin, en las cuentas de la abadía y dependencias, en 1338, hay una partida de gastos que dice así: "Cuerta manteles, tajaderos y escudiellas y greales y ferreamientas para adobar de comer ... 40 maravedises".

En portugués antiguo era gral, como lo recuerda el citado escritor aduciendo un texto del año 1250, en donde entre otros enseres domésticos, pone "pineira, joeira, gral, caldeira e tuto mais que as importunas vizinhas soem pedir".

Se atribuye a San Pedro Pascual, obispo y mártir de Jaén (1228-1300) una reducción catalana del Libro de Gamaliel, en la cual, después de describir las escenas de la crucifixión y muerte del Redentor, dice: "Y entonces José de Arimatea, lleva un gresal en que recibe la sangre de Jesucristo, y recogio la lanza (la de Longinos); y todos se volvieron a la ciudad" (a pedir permiso a Pilatos para sepultar el Sagrado Cuerpo). Esto es muy notable, porque es la primera vez que un autor serio menciona juntos el Grial y la Lanza, que son inseparables en las leyendas de Parsifal.

Pero si hasta el siglo XIV se empleó en España la palabra grial, greal o gral para indicar un objeto harto vulgal, en el XV - según Sanchis Sivera - ya se da el nombre de Sant Greal al sagrado Vaso eucarístico de Jesús, como se ve en la descripción de un cuadro de la Cena pintado por Martín Torner para el Convento de Santa Clara de Valencia, en el cual estaba davant la Maiestat de Jhuxit lo Sant Greal. (Delante de la imagen de Jesucristo el Santo Greal). Y aquí cabe preguntar: ¿Por qué le dan al Santo Cáliz los valencianos (que ya lo poseían, aunque en secreto y sin culto alguno, desde el primer cuarto de ese siglo) el nombre tan prosaico de greal, siendo así que en el documento de su entrega al Cabildo se le llama repetidamente calzer, y con el mismo nombre de calcer y calçe entienden en valenciano y catalán lo que nosotros llamamos cáliz? Solo se explica teniendo en cuenta que en aquellos tiempos de difusión de los Libros de Caballerias (que no había otro recreo para el vulgo) eran populares los nombres de los reyes Artús, Pelles y Galaz y de los caballeros Lanzarote y Perceval, Tristán y Marlín, Reinaldos y Oliveros, Bernardo y Rolando, Amadis y Tirante, etc. etc.; y había llegado a ser por esas leyendas célebre y venerado el nombre de Santo Grial como objeto primordial de todas ellas. De otro modo, no es creíble que nadie se hubiera atrevido a darle al Santo Cáliz de Jesucristo el nombre entonces tan bajo y poco respetuoso de greal, sino que se habría conservado en España el de cáliz o calcer.

Aquí es necesario dejar bien sentada para ulteriores deduciones esta afirmación: las voces grial, greal o gral, procedentes de gradal, existían en el acervo de la lengua española en sus diferentes modalidades romances mucho antes de aparecer otros nombres similares en las leyendas caballerescas indicando el santo Vaso eucarístico, pues es evidente que no las inventaron en los siglos XIII y XIV ni el Arcipreste, ni los monjes de Silos, ni los demás escritores españoles, sino que las citan como corrientes y populares en sus tiempos. En cambio, en las demás lenguas europeas no hay una palabra parecida a gral para indicar vaso, cáliz o recipiente de ninguna clase. Tomaron, pues, de España el objeto y el nombre que le dan las leyendas.

Dado el origen y el uso divino de este sacratísimo Vaso y la nombradía universal que adquirio en los libros de Caballerias, aunque siempre con cierto misterio que contribuía a realzar su prestigio, es muy natural que todas las naciones se creyeran poseedoras de tan preciada reliquia y defendieran la autenticidad de alguno de los cálices insignes que tuviera, distinguiéndose en este piadoso y patriótico anhelo las Catedrales y Monasterios más célebres de Europa. Hasta 20 cálices, dice un autor, se disputaban en el siglo XVI el honor de ser el que usó el Señor en su última Cena, o sea, el Santo Graal de las narraciones caballerescas. El tiempo con su olvido y la crítica con sus estudios han ido seleccionando los más verosímiles, desechando los restantes; unos, porque no demostraban suficiente antigüedad para ser tenidos como contemporáneos del Salvador, y otros, porque no alcanzaban, aun siendo antiguos, las condiciones de riqueza material, localización oportuna y misterio que atribuían las leyendas al verdadero Cáliz de la Cena, que era el Santo Grial de su veneración y de sus afanes.

De esta labor expurgativa parece que ya no quedaban en el mundo - al tiempo de aparecer el Parsifal de Wagner en 1882 -más que tres vasos célebres que pudieran aspirar a la autenticidad: el de Jerusalén, recordado por el Venerable San Beda, el Sacro Catino de Génova, y el Santo Cáliz de Valencia; viniendo a coincidir los críticos en favor de éste en los tiempos actuales, por reunir todas las notas que debe tener el histórico Cáliz de Jesús, el legendario Santo Graal; sin más oposicion que la de ciertos "nacionalistas" exaltados que tratan de dislocarlo de Aragón, naturalmente en favor propio.

Haciendo gracia al lector de la enumeración de los otros cálices que le disputan al nuestro en tiempos pasados su prestancia, no puedo excusarme de exponer aquí brevemente el historial de los dos rivales de más fuerza: el de Jerusalén y el de Génova.


El de Jerusalén, tanto por la ciudad donde se decía haber existido, cuanto por la gran autoridad del Venerable Beda y del cardenal Baronio que lo citaron, adquirio innegable autoridad en los siglos pasados. "Hay que creer sin vacilar - dice Ch. Rohault de Fleur - que los discípulos de Jesús, guardando celosos todo lo que a Él perteneció, conservarían con más cuidado una reliquia tan preciosa (el Santo Cáliz). Parece cierto que algunos siglos después se mostraba este Cáliz en Jerusalén a los peregrinos cristianos. El monje escocés Adamnán, que vivió en la segunda mitad del siglo VII (quizá sea el VIII) nos ha dejado una descripción de los Santos Lugares, escrita según la relación de Arculfo, obispo francés, que hizo un viaje a Tierra Santa hacia el año 640, (720 pone otro escritor) y dice que entre la Basílica del Gólgota y el Santo Sepulcro había en una plaza una exedra donde estaban el Cáliz del Señor, en el que Él mismo consagró su propia Sangre para darla a beber a sus Apóstoles; el cual cáliz es de plata, de capacidad de un sextario francés (7 litros y 44 centilitros, dice Rohault) adornado de dos asas opuestas". Recogió el Venerable Doctor S. Beda esta noticia en su tratado De los Santos Lugares, agregando el detalle de que estaba protegido por una reja, pero que se podía tocar y besar por cierta abertura. Otro escritor de dudosa autoridad añade que dentro de aquel cáliz se conservaba la esponja con que dieron a beber vinagre a Jesús en la Cruz. Continúa Mr. de Fleury diciendo que "de su capacidad se puede calcular que, descontando las asas y el pie, su vaso tendría unos 30 centímetros de diámetro por 20 de altura. Se ignora en qué época desapareció de Jerusalén este cáliz".

Es muy sencillo resolver esta duda. Si existió tal cáliz - que mejor que cáliz se le debe llamar cratera, que era recipiente donde se ponía el vino mezclado con agua y jarabes para servirlo en las copas de los comensales -, lo robarían los mahometanos de Omar I cuando entraron en la Ciudad Santa el año 638, dos antes del viaje de Arculfo según la cuenta de este autor, u 82 según el cómputo más probable de otros escritores que ponen ese viaje en el año 720. Y si lo respetaron los invasores en 638, aunque consta que lo destruyeron y saquearon todo, menos el Santo Sepulcro por el dinero que les rendía de los reyes y pueblos cristianos, ¿cómo no se conservó hasta la época de la reconquista de Jerusalén por los Cruzados, pues nadie habla de él en ese tiempo? ¿Y por qué no lo mencionan San Jerónimo, Nicéforo, Eusebio, nuestra ilustre compatriota Eteria y otros escritores coetáneos que visitaron los Santos Lugares y los describieron en tiempo de paz, esto es, desde su restauración por Santa Elena y Constantino (principios del siglo IV) hasta la invasión de Omar? ¿Y cómo se explica que una reliquia tan insigne del Redentor no la conservaran los obispos y los fieles en otro lugar más seguro y sagrado que una capillita o exedra en la calle, a la vista y a la mano de todo el mundo, mientras guardaban con más respeto en una iglesia la cruz del Buen Ladrón?

Además, el obispo Arculfo no da la noticia directamente, sino trasmitida por cierto monje llamado Pedro que fué su guía e intérprete. Si se tratara de un delito no estaría mejor tramada la exculpación: el santo Beda se apoya en Adamnán, Adamnán en Arculfo, y Arculfo es un indocumentado que se llamaba Pedro. Y puesto que estos dos últimos son los que pudieron ver el cáliz, y nada dicen de haberlo adorado, aunque ponen detalles menos interesantes en su narración, parece que la tomaron - según algunos críticos - de un Itinerario que compuso un tal Antonio en el siglo III (en el siglo III no existía la Basilica del Gólgota, ni se conocía el Santo Sepulcro, ni había capilla ninguna pública en Jerusalén): Itinerario que mereció ser censurado por los escritores Pepebroquio y Allacio "como indigno de salir a luz por estar lleno de cuentos de viejas y no descubrirse en él ni un rastro verosímil de viaje alguno".

Lo que empezó siendo una gran noticia autorizada por un santo Doctor - que en todo lo demás es sapientísimo y celebérrimo, y cuya credulidad en el testimonio de un obispo y de un monje ilustrado es muy excusable - ha venido a ser uno de tantos cuentos de un viaje que inventó un mal novelista.


Vengamos al Sacro Catino de Génova. "Catino" quiere decir plato, o mejor fuente para servir las viandas.

Y así es, plato y no cáliz, el que se guarda en la Catedral de Génova, de figura hexagonal prolongada, y de un perímetro de 1´20 metros. Por su poca profundidad y gran tamaño, bien pudo haber servido en la mesa del Señor para contener el cordero pascual de la cena legal, pero no para la consagración del vino en la institución de la Sagrada Eucaristía, y mucho menos para beberlo en él.

La historia, o tradición, o quizá nada más que leyendas de este Sacro Catino, hacen remontar su existencia a los tiempos de Salomón: conservado en el Templo de Jerusalén hasta época de Nuestro Señor Jesucristo, siguió en la misma Ciudad Santa (¡caso inverosímil después de las devastaciones de los romanos y de los árabes!) hasta el año 1101 en que lo trajeron a Génova los Cruzados italianos. Otra versión dice que esta alhaja vino a poder de los cristianos de España no se dice cómo, y que a éstos se la quitaron los moros y la llevaron a Almería. Cuando en 1147 el rey de Castilla Alfonso VII conquisto esta ciudad, auxiliado por tierra por los aragoneses y catalanes y por mar por los barcos genoveses, el rey "retovo para sí la cipdat - dice la Primera Crónica general - et dió la prea (el botín) todo a los de Genua (Génova); et en la prea et en los espojos que tomaron en la cipdat et en los terminos della, fallaron y (hallaron alli) un vaso de piedra esmeralda". Se lo llevaron a su ciudad y allí está hasta ahora. Cuando en 1502 le enseñaron este precioso objeto a Luis XII de Francia le dijeron - según Gayangos - que era el vaso que usó el Señor en la última cena, y que lo habían adquirido como su parte del despojo en la toma de Jerusalén por los Cruzados en 1099. El P. Mariana, al referir esa reconquista de Almeria y el botín de los genoveses con su plato de esmeralda, dice que "el vulgo cree que Cristo Hijo de Dios cenó en él la postrera vez con sus discípulos: opinión sin autor ni fundamento". Poniendo en duda el jesuíta italiano P. Menochio la fe que tengan en él los genoveses de haber servido en la Cena del Señor, decía que "ni se muestra o se venera como reliquia, sino como un vaso maravilloso y precioso por la materia, por el arte y por lo bien trabajado, siendo todo vaciado en una esmeralda de notable grandeza". Otro autor anónimo moderno recoge las leyendas y sucesos reales de este Sacro Catino y dice que "según Varcaire, el Grial fué encontrado en la ciudad de Cesárea por los Cruzados en 1102: era un vaso antiquísimo tallado en una sola esmeralda. Estaba guardado en un Templo, muy maravilloso edificio, como dice Guillermo de Tiro, construido por Herodes en honor de Augusto. Los Cruzados lo llevaron a Génova: los genoveses lo empeñaron en 9.500 libras, que dieron los mercaderes de oro de la ciudad: los franceses, en tiempo de las guerras napoleónicas, lo robaron de la catedral y lleváronselo a París, donde fué estudiado por una comisión de la Academia, la cual declaró que no era más que una bujeria de cristal bizantino; con lo que perdió definitivamente la consideración de los sabios y fué devuelto a los genoveses en 1815, rompiéndose en el camino".

De manera que el precioso cáliz de esmeralda de Génova no es cáliz ni es de esmeralda, sino que es un plato de vidrio antiguo. Pero es justo reconer aquí que no ha sido culpa de los genoveses el que su Catino fuese creído en algún tiempo el Cáliz del señor y el Santo Grial, pues ellos siempre lo han llamado "Il Sacro catino"; sino que los escritores extraños le dieron los nombres de "mortaio", "escudilla", "bicchiere", que quieren decir taza o copa, y de allí cáliz.


Al decir en el título "El Santo Grial en Aragón", quiero dar a entender que esta preciosa joya, ya se la considere como el Sagrado Cáliz en que Nuestro Señor consagró en la última Cena, ya como el Santo Grial de las leyendas, fué y es gloria exclusiva de Aragón; habiendo pasado por las localidades que voy a anotar en compendio, como esquema de los varios puntos que se habrán de dilucidar.

a) Desde el año 258 hasta 712, en HUESCA, en poder de sus obispos.

b) Huyen los cristianos de la tierra baja ante el ímpetu arrollador de las tropas árabes de Tárik y Muza en 712, y se refugian con sus obispos y sus sacerdotes en las fragosidades de los Pirineos, llevando consigo los objetos del culto y las reliquias más preciosas Es probable que el Santo Cáliz - la primera entre ellas - estuviese algún tiempo con el primer obispo de Huesca fugitivo en la cueva del monte de YEBRA, lugar desde entonces santificado además por el martirio de su pariente Santa Orosia, víctima preciosa de la persecución mahometana. Es muy probable que el Santo Cáliz se guardó también algún tiempo en el Monasterio de S. Pedro de SIRESA (valle de Echo) al menos siendo obispo Ferriolo, el cual se titulaba "obispo en San Pedro", que necesariamente se ha de entender el de Siresa, pues no existía aún el de la Sede de Jaca, y el de S. Pedro de Siresa ya consta como Monasterio importante en los tiempos visigóticos, según la epístola del mártir S. Eulogio de Córdoba; viniendo a robustecerse esta probabilidad con la existencia en la iglesia de Siresa de innumerables reliquias de Santos hasta el día de hoy, procedentes sin duda alguna de los cristianos refugiados en las montañas en aquella época de terror.

c) Es moralmente cierto que el Santo Cáliz estuvo (en poder del obispo siempre) en el Monasterio de Santa María de SASABE, que existió a unos 2 kilómetros al N. de la actual villa de Borau - entre el valle de Canfranc y el de Echo, en el sitio donde hoy está la ermita de S. Adrián. Consta documentalmente la existencia y sepultura de siete obispos en Sasabe, hasta que el último que allí vivió, Don García I, trasladó en 1044 su residencia a la ciudad de Jaca, que por aquellos años estaba reedificando el rey Don Ramiro I y levantando su catedral. En estas andanzas pasaron los obispos de Aragón - que así empezaron a titularse en el siglo IX - desde el año 712 hasta el 1044.

d) En la actual CATEDRAL DE JACA erigida por el cristianísimo rey Don Ramiro (así lo llamaba el papa San Gregorio VII) no tanto quizá para Sede episcopal de su naciente reino, como para que fuese digna morada en lo posible del Santo Cáliz que venían guardando los obispos de Aragón en las montañas, estuvo este preclaro Vaso nada más que hasta el año 1076 en que lo llevó ... mejor dicho estaría se lo llevó de Jaca su obispo Don Sancho I - sucesor de Don Garcia el de Sasabe - al renunciar al cargo y retirarse a S. Juan de la Peña, de donde había sido monje antes de ser obispo.

e) En el MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA, reedificado con todo lujo y grandeza, cuanto lo permitían las dimensiones de la cueva, por el rey Don Sancho Ramírez en tiempos de ese obispo muy protegido suyo, permaneció el Santo Cáliz - aquí fué la época en que se inspiraron las leyendas del Santo Grial- hasta el día memorable, aunque no muy gratamente memorable, 26 de Septiembre de 1399 en que el Monasterio a instancias del rey Don Martín de Aragón, se lo entregó en Zaragoza.

f) Pocos años lo poseyó ZARAGOZA; algunos menos de los que generalmente se cree, según mis cuentas. Del real palacio de la Aljaferia lo traslado Don Martín a su Capilla del de Barcelona.

g) En BARCELONA estaba el Santo Cáliz con otras muchas reliquias insignes, propiedad de la Corona de Aragón, cuando se hizo el inventario de todas ellas en Septiembre de 1410 a raíz de la muerte sin sucesión del rey Don Martín.

h) Su segundo sucesor y resobrino Don Alfonso V de Aragón hizo llevar a su palacio de VALENCIA gran cantidad de esas reliquias, Don Juan II, rey de Navarra entonces y Gobernador de Aragón y Valencia, lo entregó definitivamente en 18 de Marzo de 1437 a la Catedral valenciana, donde se venera hasta el día de hoy.

Dámaso Sangorrín Diest.
Deán de la Catedral de Jaca.

(Capitulos I II II b III IV V V b VIII VIII b)

< href="/aragon-revista-grafica-cultura-aragonesa/1927-julio-aragon-revista-grafica-cultura-aragonesa-22.php">Publicado por primera vez en la Revista Aragón, AÑO III - Nº 22, Zaragoza, JULIO de 1927.
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