Odas Someras y otros poemas. 1

por Rolando Mix Toro.

Cronista

Odas Someras y otros poemas

Allá en Mesopotamia

Allá en Mesopotamia, 
a la orilla del Tigris y el Eufrates
comenzaron a diferenciarse las artes.
La literatura se fraguó en las tabletas: 
la palabra nació acuñada en barro.
La forma en piedras blancas
humanizó estatuarias.
Sumerios, acadios, babilonios, 
asirios de barba ensortijada
estudiaban la vida en tafiletes
y con la naturaleza se regocijaban.
Amparado por el león y el toro alados 
el saber depositó en bóvedas belleza.
Las palabras ondulaban como dunas 
en Tal As-suwwan y sus piedras vidriosas;
Bagdad donde surgió el arabesco;
Samara apresuró en miles de años
el desarrollo de la madre Arquitectura
(en la aridez la tierra es la madrastra,
las murallas protegen de tormentas).
En Mosul navegaron embarcaciones 
estables y bellas sobre aguas fluviales
y desde Basora Simbad partió a navegar
por aguas marinas de letras eternas.
La filigrana decoró allí toda obra humana.
Porque la letra fija la palabra 
y la palabra fija las ideas,
realzaron en arte mayor las letras dibujadas
y como tal las consagraron riqueza de sus pueblos.
Las miniaturas sasánidas y abasidas 
reflejaban sutileza, sentimiento,
el abrazo medido en la mirada,
el delicado movimiento en trazo firme
musitado en "yaja bíbi",
en "Sabaj-el-ejer" deseando un buen día.

 
Los caballos trotaban rondando el cilindro del tiempo.
Serpientes, bisontes, onagros huían.
Los majestuosos ibis remontaron su vuelo.
El verde dorado se secó en el desierto,
mustio cayó al otoño de la arena.
El  estruendo del cañón enmudeció al toro alado, 
hurgó en el vientre negro de la bestia 
y extrajo de sus vísceras sangrientas
el aceite de las piedras, el óleo pétreo.
Rudas botas oprimieron tiernas ancas de camellos.
No hay dignidad que valga ante el poder del imperio.
El orgullo del cuello con aire de palmera 
cayó decapitado.
Herida la leona arrastró en impotencia 
sus alas perforadas.
Un lamento muy hondo remeció la Historia.
"Yes, sir" se dijo entonces, 
la fuerza arrasa las fronteras.
Las ciudades no requieren de puertas.
Cayó la picota derrumbando el muro de la diferencia.
¿Quién protege a Agarguf, a Nínive, a Nemrod?
¿Qué leona entregará su leche a Babilonia?
¿Qué flechas defenderán Ctesifón y Hatra?
¿Podría redimirse a Dar-el Amara?
El fuerte de Ujaidher ¿removerá sus ruinas?
¿se alzarán alminares sobre un nuevo pensamiento
donde se pueda gozar del tesoro acumulado en tan largo tiempo,
zigurats donde cada hombre reciba lo que es suyo?

Subsuelo del Irak, 
manto de polvo aposado
sobre la cuna de Grecia.
El rubio león del Albión
no es un ángel protector,
es un ídolo agresivo
dividiendo pueblos para asentar su reino.
A cada despojo seccionado
se le llamó colonia.
Lágrimas de humillación
florecieron en rosas calcinadas 
del desierto.
El calendario europeo alargó sus tentáculos 
escribiendo 1914 en tinta de pulpo homicida.
La tierra ha quedado totalmente repartida.
El dinero del mundo fluyó 
en una sola dirección:
yes, sir!
El cachorro parido por el león de Albión
se engendró en el Nuevo Mundo,
su voracidad epata a la de su ancestro.
Ambos promueven el incremento de estadísticas 
en cementerios del Hemisferio Sur.
La respuesta a su soberbia 
no se les debe dar con el arma bélica,
los imperios son dueños
de la tecnología de la muerte.
El reparto equitativo de los bienes del planeta 
es de justicia para erradicar la guerra, 
para crear una paz compartida
y salvar la naturaleza.

Asesinado en su cuna por asfixia el contrapeso 
dejó de equilibrar el nervioso contrapunto necesario:
la romana se inclina peligrosamente hacia el desastre
oprimida por la carga desenfrenada de ambición.
La filial de Wall Stret en el Cercano Oriente
se declara invencible.
El jefe de la metrópoli 
califica su imperio
como el único moralmente autorizado
para esquilmar al mundo y repartirlo
según sus intereses.
La razón, atónita ante tal epidemia de insensatez
levanta sus emblemas de paz pidiendo simplemente
que todas las partes implicadas
abandonen las armas de la muerte.
El poder de fuego actual
supera toda capacidad de control de los hombres.
Se pretende inducir a creer 
que la verdad social está obsoleta.
Los hechos confirman que esta verdad 
está más viva y reluciente
que nunca antes lo estuviera.
A los becerros de oro les gustaría
que los hombres dejaran de ser fieles
a sí mismos,
que encorvaran sumisos las espaldas
y doblegaran la cabeza.
que destruyeran sus estandartes,
sus símbolos,
y renegaran de sus cantos y sus metas.

Miles de años de civilización
no deben ser pasto de misiles,
de las pasiones de unos y otros desbordadas.
Por la paz con justicia
que los pueblos reclaman:
Respetad la vida de los vivos.
Respetad el legado viviente
cincelado con el trabajo
de los muertos
en el transcurso del paso al mañana
de compartido bienestar
y manos amigas enlazadas.
Para lograr la paz, 
la lucha continúa.

Leído por el autor en la acampada contra la guerra, que se realizó en Zaragoza en febrero de 1991

© 2006 Rolando Mix Toro

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